Y sí, otra vez una entrega de la saga “Liam Neeson te rompe la cara”. Otra vez de la mano del español Jaume Collet-Serra, aquí es un mafioso que tiene que enfrentarse con los suyos para salvar la vida de su hijo y que no siga sus pasos. El film es efectivo, mantiene la trama en buen nivel y, como sucede en Sin Escalas, concentra y juega con el espacio y el tiempo de un modo interesante. Lo más importante de todo es que los actores no están librados al azar y son buenos, lo que permite que uno crea que en la pantalla hay setes humanos reales, de carne y hueso. Los golpes duelen y las balas matan, y cuando eso sucede nos importa. Ahora bien: sin ser una genialidad, permite que pensemos un poco respecto del actual estado del cine. Este tipo de películas, que podemos llamar “Clase B de lujo” por el gasto en producción y en actores, son las que sostenían, por encima de los grandes tanques -siempre excepcionales- el atractivo de ir al cine. Y esos films también tenían algo que hoy escasea: arquetipos. Neeson, desde que comenzara a repartir ñapis en la primera Taken, se ha convertido en uno de ellos, a la altura de los grandes actores del Hollywood clásico que, ni bien aparecían en la pantalla, imponían su personaje y su persona. Es todo eso lo que logra que este sea un film atractivo e interesante a pesar de sus truculencias y algunas resoluciones apresuradas: puro nervio, del bueno.