Del crepúsculo al amanecer.
La paradigmática carrera de Liam Neeson nos entrega un nuevo capítulo. El tardío ícono del cine acción vuelve a vestirse de rudo en una propuesta que sin hacer la diferencia en su género se deja disfrutar.
Run all night es un thriller de gangsters que gradualmente se convierte en una película de acción convencional. Comienza muy bien, con una intensidad dramática inusual en su rubro, pero a partir de que se desata el conflicto principal la narración va cediendo hacia un relato mucho más ordinario. En lo estrictamente cinematográfico, en cambio, la película es impecable de principio a fin. La dirección del español Collet-Serra se luce en el manejo de las cámaras y en la edición, donde utiliza la tecnología digital para moverse entre locaciones y escenarios con dinamismo y creatividad.
En lo argumental, Run all Night no es sofisticada, pero logra impactar con la presentación de sus personajes. A partir del nudo, sin embargo, la contundencia dramática inicialmente propuesta se escurre entre persecuciones y escenas de acción. Llegando a la conclusión ya prácticamente no queda nada que haga la diferencia en el género, salvo la muy buena cinematografía. Las resoluciones son rápidas y altamente predecibles, lo que sin dudas contrasta con el buen desarrollo del inicio.
Run all night se degrada a medida que avanza, dejando un sabor levemente amargo en el espectador, pero siempre entretiene. Neeson ya empieza a estigmatizarse en su eterno rol de héroe-antihéroe implacable, pero su magnetismo es todavía indudable. Es una película que podría haber dado mucho más si se hubiese conservado el balance entre el drama y la acción hasta el final, pero la audiencia quiere sangre, piñas y patadas, según creen los gurúes comerciales de la industria. Nos conformamos con eso, que alcanza, pero no sobra.