Drama con aires de tragedia
El cineasta catalán Jaume Collet-Serra construye esta historia sobre un asesino a sueldo que quiere dejar atrás su trabajo con la mafia y la relación con su viejo amigo y jefe.
El director catalán Jaume Collet-Serra, nacido en 1974 y con vasta experiencia en videoclips, dirige por tercera vez al gran Liam Neeson, construyendo juntos una trilogía de policiales donde el trabajo de ambos conecta de manera perfecta, otorgándole a la acción, un plus de calidad que se nota en cada escena. Primero fueron Desconocido (2011) y Non-Stop Sin escalas (2014) y ahora llega Una noche para sobrevivir, las tres sostenidas por el gran actor. La película narra la historia de Jimmy Conlon (Neeson), un asesino a sueldo que quiere dejar atrás su trabajo con la mafia y su viejo jefe y amigo Shawn Maguire (Ed Harris), un jefe mafioso. Ambos tienen una relación problemática con su hijo, ambos han sido criminales abocados a su trabajo y sus hijos han crecido alejados o a la sombra de su tarea. Pero en la noche del título, ocurrirán eventos que terminarán enfrentando de forma definitiva a aquellos dos viejos asociados. Una noche para sobrevivir es un poco más sobria que todos los films de Collet-Serra (también dirigió La casa de cera (2005) y La huérfana (2009)) y la violencia aparece de una manera más seca, realista, tratando de enfatizar el drama por encima de cualquier otra cosa, aun cuando el film no escatima escenas de acción. El drama tiene incluso aires de tragedia, esos dos viejos camaradas, también algo mayores para su oficio, están cansados, con una mirada amarga y desencantada de la vida. Ambos llevan el dolor de una vida de pecado y el precio que han de pagar a través de sus hijos. Tal vez por el tema y el tono, el director reduce al máximo los recursos visuales llamativos que le permitieron llamar la atención en sus films anteriores. Es curioso, pero la sobriedad no parece quedarle tan bien a Collet-Serra. Es como si el tono grave e importante que tiene este film, le resultara por momentos incómodo. De esa incomodidad el realizador sale airoso poniendo el peso del relato sobre sus dos grandes protagonistas. Y completando el elenco con varios grandes secundarios y con la presencia imponente de Nick Nolte. Hay directores que nacieron para el clasicismo y lo académico, pero otros, como éste, que se mueven con mayor soltura en un estilo más plagado de chiches visuales modernos.