El Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici, para los íntimos y no tanto) es quizá el gran certamen del rubro de todos los que se realizan en la Argentina. Por impronta rupturista, novedad y estilo, se ubicó con los años entre los clásicos de la Buenos Aires que tiene arte y cultura para ofrecer.
Sin embargo, es en ese marco de búsqueda de la novedad y lo original que al festival se le suelen colar propuestas que se agotan en un chiste más o menos ingenioso, envuelto para regalo con papel brillante pero que al sacarle el moño evidencia la nada misma.
Una novia de Shangai tiene todo lo necesario como para embaucar al programador salido de alguna escena de El artista, ese brillante aguijonazo de Cohn-Duprat en el universo de la militancia artie.
1# Tenemos una intro bien lograda, con parejas de novios haciéndose fotos kitsch en el centro de Shangai. Y se sabe que lo oriental es infaltable en todo festival indie que se precie.
2# Contamos también con protagonistas que parecen ser torpes y tienen por delante una misión difícil: trasladar un cuerpo desde el cementerio hasta algún otro lado con el fin de unir el alma del muerto con una muerta anterior. No importa que el chiste se remonte a Abbot y Costello, siempre paga bien y dos chinos torpes son más graciosos que dos chinos occidentales, al menos para la intelligentzia porteña, que se reía de lo mismo hace casi un cuarto de siglo con Cha Cha Cha.
3# La damita joven del film es flaca, alta y sexy. Y claro, oriental, con lo que no todo es testosterona y el espectador festivalero puede recrear la vista más allá de las bobaliconadas del guión.
4# Hay una infaltable escena de karaoke (sí, como esa que venimos viendo hace largos años y que ya Sofía Coppola la transformó para siempre en snobismo-cool-urbano-occidental en Lost in Translation).
5# Momento fantástico con efecto visual económico, lo que pone al film en un lugar que busca el guiño clase B, ese que tanto nos gusta aquí, allá y en todas partes. No importa demasiado que el toque fantasy sea el atajo para resolver todo lo que no puede resolverse a través del guión, que cada escena en la que debería aparecer en el relato la justificación de la acción, se elija explicar y sobreexplicar.
La película pasó por el Bafici y cayó más o menos de pie en la competencia de Vanguardia y Género. Se fue con las manos vacías porque los jurados todavía pueden mirar más allá de los envoltorios. Se agradece.