Una historia que va al punto pero que también tiene sus divagues.
En la China hay una tradición que dice que en el momento de morir las parejas deben ser enterradas juntas. Dicha tradición es el punto de partida de Una Novia de Shanghai, una película breve y al punto pero con unos divagues que le juegan en contra.
Con la caja a todos lados:
En la ciudad de Shanghai, dos estafadores de poca monta se hospedan en un hotel tras su último golpe. Al entrar en la habitación descubren que hay pertenencias de alguien que todavía vive ahí. Las mismas resultan pertenecer a un caballero que falleció recientemente, y cuyo espíritu le pide a los dos protagonistas que exhumen el cadáver de la mujer que ama y se lo lleve al puerto para poderse reunir con ella en el mas allá.
Una Novia de Shanghai posee un guion con un objetivo y estructura argumental claros. Por desgracia su desarrollo está lleno de divagues, incoherencias y escenas de relleno que no suman absolutamente nada al desarrollo de la trama o al desarrollo de los personajes (el cual, dicho sea de paso, brilla por su ausencia), y terminan por ralentizar el ritmo de la película.
Por el costado técnico no hay mucho que criticar, pero tampoco mucho para admirar. Lo mismo aplica al apartado actoral; es difícil destacar con un guion que no ofrece muchas oportunidades de lucimiento interpretativo más allá de algún monologo de índole filosófica o alguna que otra endeble humorada.
Conclusión:
Una Novia de Shanghai contaba con una buena premisa, un buen conflicto y los personajes justos para hacer una película interesante. Si bien son utilizados en un sentido clásico y entendible, no los utiliza en todo su potencial; en cambio, elige operar mediante divagues y rellenos innecesarios que a la postre contribuyen que la película se vuelva olvidable.