Ese farsante llamado Carrey
Ha logrado engañarnos el bueno de Jim. Lo hizo en "Man on the Moon" donde compuso estupendamente a Andy Kauffman. Lo hizo también en "The Truman Show", tal vez su mejor trabajo, se destacó también en "Eterno Resplandor de una mente sin Recuerdos". ¿Era suyo el mérito? A esta altura y ante el filme que nos ocupa, todo indica que no. Jim Carrey es un elemento peligroso dentro de una película. Debe ser manipulado con precaución, como si fuera nitroglicerina; así de inestable es este actor tan propenso a los excesos.
Aquí interperta a Steven, un policía felizmente casado que de pronto decide asumir su homosexualidad reprimida durante años. También se convierte en un tipo lanzado y ambicioso. El problema es que Steven es muy inteligente, y sabido es que quien delinque nunca es lo suficientemente inteligente y así es como va a parar a la cárcel por fraude. En prisión conoce a Philip (Ewan McGregor), un delicado gay de quien se enamora de inmediato. A partir de entonces todos sus esfuerzos estarán dedicados a satisfacer a Philip y vivir felices fuera de la cárcel, a costa de estafas, mentiras y engaños no sólo a su entorno sino también al Estado.
Esta película tiene un claro problema con el tono. Basada en una historia real, no se decide a parodiarla del todo, pero tampoco a tomársela en serio. Jim Carrey logra por momentos, sólo eso, encarnar al sujeto que se supone que es; pero todo se echa a perder cuando asume personalides ya exhibidas en otros filmes más familiares como "Mentiroso, Mentiroso". Los directores pierden entonces definitivamente el control del filme ante un Carrey avasallador y decidido a gesticular y sobreactuar todo lo posible.
A Ewan McGregor, por su parte sólo le queda dejar que todo fluya y hacer su parte con profesionalismo, sin conseguir plasmar algo de química en la pareja.
Aún con algunos buenos momentos que destilan cierto aire indie, el todo no alcanza a redondear una película que merecía otro protagonista.