Miénteme con un beso
Lo primero que advierte la pantalla es: “Esto realmente pasó”. Enseguida enfatiza: “De verdad”. Ese adelanto de que lo que se verá está basado en una historia real le da a Una pareja despareja una verosimilitud insospechada, en un relato que parece inventado para ser contado por Hollywood. Pero pasó nomás. Sin embargo, nada más lejos del realismo que esta comedia dramática-carcelaria-gay.
La historia: Steven Rusell (Jim Carrey) es un buen policía, está casado y tiene una hija, canta en la iglesia los domingos y lleva una vida tranquila en Texas. Con un pequeño detalle, esconde su homosexualidad. Un accidente de auto que casi lo mata lo hace recapacitar, salir del closet y decidirse a tener un pasar de gay glamoroso. Pero cuesta. Para ello, no tiene pruritos en estafar a compañías de seguros, tarjetas de crédito o bancos. En prisión, conoce al amor de su vida, Phillip Morris (Ewan McGregor) y en adelante, ya tiene un buen motivo por quien mentir, estafar y timar.
Si bien la polémica del filme se basó en algunas escenas de sexo, el eje de la historia no está ahí. A pesar de su traducción como Una pareja despareja , la película es una comedia liviana como las nubes, entretenida, que a través del romance entre Steven y Phillip cuenta la increíble biografía de uno de los escapistas y estafadores más astutos de Texas.
Con una estética carcelaria de cuento de Disney (prisiones de colores estridentes, trajes amarillo patito) y música de cajita feliz, es una historia de amor y desenfreno sobre cuán lejos puede llegar un mentiroso por conseguir lo que quiere/a quien quiere. Jim Carrey encuentra otra vez (como en Truman Show ) su punto entre comedia y drama (aunque por momentos cae en su habitual hipérbole gestual), y McGregor da en el tono justo y medido de su cándido señorito inglés.
Más cerca de Atrápame si puedes que de Secreto en la montaña , los directores Glenn Ficarra y John Requa decidieron que, si el verdadero Rusell fue un gran fabulador, la mejor forma de recrear su historia era con otra fábula. Y si bien la narración por momentos se hace cíclica, logra una comedia coherente, que no se traiciona ni moraliza. Dos datos: el verdadero Rusell se escapó de prisión 14 veces y tiene un IQ de 163 puntos. Ah, y las polémicas escenas no son nada para escandalizarse.