Suma de géneros con el mejor Jim Carrey
La entrega del actor es el eje de Una pareja despareja
Sería una lástima que entre las irresueltas controversias que rodean el lanzamiento en Estados Unidos (demorado varias veces y programado ahora para comienzos de diciembre) y el muy desafortunado título elegido para su lanzamiento local este film quede expuesto a permanentes equívocos y se pierdan de vista los muchos hallazgos que es capaz de ofrecer.
En este sentido, seguir el título original parece el mejor camino para aventar confusiones. Sobre todo porque hace una explícita referencia a sorprendentes hechos reales, cuyos protagonistas reales llevan los mismos nombres y apellidos que aparecen en el relato.
El personaje central es Steven Russell (Jim Carrey), un estafador vocacional y profesional que llegó a ser bautizado Houdini por su notable talento para el engaño y la fuga. Se sabe que logró escaparse de al menos 14 prisiones con distintas caracterizaciones. También que pasó su infancia como hijo adoptado de una familia muy conservadora, que se casó, tuvo hijos y fue oficial de policía hasta que una instancia reveladora -representada en el film con un accidente- lo llevó a cambiar de vida o, mejor dicho, a declarar que a partir de ese momento viviría según sus deseos, impulsos y sueños. Asumió desde entonces su homosexualidad, dejó a su familia, descubrió un talento innato para la defraudación y la estafa en pequeña o gran escala y en una de sus sucesivas estadas en la cárcel se enamoró perdidamente de otro interno, llamado Phillip Morris (Ewan McGregor), relación también marcada a fuego por la compulsión de Russell por el fraude.
Este tour de force parece haber viajado de la realidad a la ficción para que Carrey pudiera demostrar virtuosamente la convivencia entre el histrionismo desbordante y una profunda interioridad dramática, dos facetas hasta aquí nunca aprovechadas en conjunto. La entrega y el compromiso del actor canadiense -seguramente en su mejor aporte a la pantalla grande- son el eje de un relato que recorre con energía, frescura y atrevimiento esta suma de peripecias.
En menos de dos horas, Requa y Ficarra abordan múltiples géneros (el melodrama familiar, la comedia de enredos, el film carcelario, la sátira costumbrista) y terminan valiéndose de todos ellos, en una libre y fecunda amalgama, para fundir todos los ingredientes en una cálida historia de amor. Para lograrlo, los realizadores eligieron asumir todos los riesgos, entre ellos una escena sexual entre hombres al borde de lo explícito, disparadora de la enorme polémica que aún rodea al film en Estados Unidos.