Querer no siempre es poder, pero vayan a explicárselo a Clarissa, la protagonista de esta comedia romántica que no tiene absolutamente nada que ver, no tiene conexión alguna con Un lugar llamado Notting Hill, ni con Julia Roberts o Hugh Grant, por más que transcurra en ese barrio londinense con el que han retitulado en castellano el más sobrio Love Sarah.
Y Sarah es la madre fallecida de Clarissa (Shannon Tarbet), quien quiere cumplir el sueño que Sarah no pudo cumplir: abrir una pastelería, sí, cómo no, en Notting Hill.
Para ello va a tener que sanar viejas heridas con su abuela, Mimi (Celia Imre, de El exótico Hotel Marigold), quien tampoco se llevaba del todo bien con Sarah. Había un préstamo bancario, que con el fallecimiento se complicó, y hace falta dinero, que aportaría Mimi.
Y como cada familia es un mundo, y cuando se quiere, a veces, se puede, Clarissa, Mimi e Isabella (Shelley Conn, de Bridgerton), un vieja pero joven amiga que estaba en el emprendimiento original, pondrá manos a la obra y a la masa para abrir Love Sarah.
Sencilla, con vuelta de tuerca
Así contado el inicio de la película puede parecer sencillo, simple. Y así es la película. Sencilla, simple, con una vuelta de tuerca cuando faltan diez, quince minutos, lo habitual en toda comedia romántica, llámese Sintonía de amor o Un lugar llamado Notting Hill.
Es que si Isabella es cocinera, cuando llega Matthew (Rupert Penry-Jones) a dar una mano surgen las dudas de si Matthew, que es rubio y pintón, no es el padre de Clarissa. Claro, hay, hubo y tal vez habrá una atracción entre Matthew e Isabella, así que el merengue está, casi, a punto.
La directora Eliza Schroeder, quien debuta en la realización de un largometraje, coescribió la historia, pero no el guion, que tiene alguna que otra incongruencia o cosa inexplicable al comienzo, porque ¿qué lo llevaría a Matthew a abandonar su trabajo en un restaurante con estrella Michelin para terminar en una cafetería? ¿Eh?
La respuesta, claro, estaría más arriba.
Y también está Bill Paterson, el Padre de Fleabag, ahora como un vecino de enfrente que puede ser un interés romántico para Mimi. Porque, claro, aquí hay espacio para más historias románticas, porque la idea es abarcar a todas las generaciones posibles.
Una pastelería en Notting Hill no tiene, pese a estar en el ámbito de la cocina, ni el encanto de La fiesta de Babette ni el drama y el horror de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Ni una cosa ni la otra. Tiene una trama llevadera, momentos de humor y ternura y mucha gente paseando en bicicleta.
Se ve bien, por momentos entretiene, lo que le falta es el golpe de horno para que el sabor sea de esos como una torta Rogel recién horneada. Aunque sea la primera vez que se hace