Sarah pedalea sin parar, su bicicleta parece viajar a toda velocidad sobre las calles londinenses. Se dirige al encuentro de su gran amiga y socia Isabella, quien la espera en la puerta de un local deshabitado. A la vez, mediante un montaje alterno hacen su introducción en escena, su hija Clarissa, desde un estudio de danza y su madre Mimi desde su ostentosa casa. Sus rostros reflejan felicidad y un cierto grado de ansiedad. Falta poco para que Sarah cumpla su sueño de abrir una pastelería en Notting Hill, anhelo para el que se preparo convirtiéndose en chef, demostrando ser muy talentosa.