No se detendrá el mundo ni se llenarán las salas (qué pena) con esta obra chiquita, sencilla, sentida, de unos pocos personajes, lugares también bastante sencillos, y unos temas expresados sin mayor discurso: la calma, la sabiduría de los viejos, la relación con la naturaleza,el agradecimiento, la aceptación del destino, la trascendencia espiritual mediante un quehacer simple, útil, humilde. Y, por oposición, los prejuicios, la intolerancia, la prepotencia y el egoísmo.
El título original, "An", alude a la pasta de poroto colorado. ¿Quién va a ver una película con ese título? Un hombre solitario está a cargo de un puesto de dorayakis (esos alfajores con mermelada de porotos que come Doraemon), necesita un ayudante y se presenta una septuagenaria que siempre quiso hacer ese trabajo. Sólo que ella no usa mermelada industrial. Hasta ahí parecería que vamos con la misma receta de muchas otras películas de asunto culinario. Pero justo ahí, antes de que pasen 30 minutos, surge un drama latente, la historia toma otro camino, hay revelaciones y confidencias inesperadas, y también resoluciones obligadas. Pasado un tiempo, después de esas sacudidas que se soportan sin un grito, vendrá el cierre. La emoción es leve, apacible, nos regala una enseñanza, una dulce tristeza y un sabor muy suave en el alma, que tarda en disolverse.
Autora, Naomí Kawase, sobre novela de Durian Sukegawa todavía sin traducción al castellano. Intérpretes, Kirin Kiri, viejita habitual de las películas de Kore-eda, la joven Kyara Uchida, Masatoshi Nagase, casi a 20 años del "Mistery Train" de Jim Jarmush, y Etsuko Ichohara, la otra viejita.