Hombres al borde de un ataque de nervios
Buenísima comedia dramática. Tiene gracia y naturalidad. Y habla de hombres cuarentones, sensibles, creíbles y angustiados que enfrentan el amor y salen mal parados. Ellos son los que guardan y sufren, pero ellas, más sinceras y directas, los dejan al descubierto. Son seis episodios de parejo y empinado nivel. Todos relatan un encuentro decisivo y acreditan una misma cualidad: están muy bien escritos y estupendamente interpretados. Cada gesto, cada palabra, cada duda, esta sutilmente expresada. Vale tanto lo que dicen como lo que callan. Hay confesiones, mentiras, manejos, revelaciones, desilusiones, nostalgias, reproches, despistes.
Son historias diversas: un par de amigos que se reencuentra y confiesan sus pesares; un marido cornudo que aprenderá a conocer a su mujer gracias al amante; un divorciado que quiere reconquistar a su ex; un oficinista que anda de levante y termina mal; dos parejas que por debajo de sus apariencias dejan ver el lado oscuro de su intimidad. Es imposible no sonreír y no identificarse con estos relatos y con algunos de estos hombres frágiles, ciertos, con sus dudas y sus fantasías, con lo que muestran y lo que ocultan. El elenco es insuperable. Si no hay actores de este calibre es imposible sostener un filme donde lo que cuentan son las palabras, los matices, los rostros, las miradas. Cesc Gay sabe manejar historias corales (ya lo había demostrado en “En la ciudad”) y sabe dirigir actores y crear climas. Javier Cámara, Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Luis Tosar y Eduardo Noriega no necesitan gritos ni explosiones. Están allí, emocionan, son creíbles y terminan siendo los puntales de este filme agridulce, inteligente y sensible.