Lejos de su rol de actor, Andy Serkis presenta su opera prima Una razón para vivir, una biopic sobre Robin Cavendish, un hombre paralizado por la polio y que, pese a su diagnóstico, dedicó su vida por los derechos y la inclusión de las personas discapacitadas.
En 1958, Robin Cavendish (Andrew Garfield), con tan solo 28 años de edad, recién casado y con un hijo en camino, contrae polio en un viaje a África. Queda paralizado desde el cuello y sólo puede respirar con la ayuda de una máquina. Su destino es pasar el resto de sus días confinado en una cama de hospital. El diagnóstico de los médicos tampoco es muy prometedor: sólo le dan tres meses de vida. Como es de esperar, el contexto en el que se encuentra no le ayuda a encontrar una razón por la cual vivir.
El apoyo de su mujer Diana (Claire Foy) y sus ganas de ver crecer a su pequeño hijo Jonathan lo incentivan a superar los pronósticos y encontrarle otra alternativa a su enfermedad. Su primer paso es salir del hospital. Una vez fuera, utiliza su inmovilidad junto a la creatividad de su amigo ingeniero Teddy Hall (Hugh Bonneville) para inventar otro tipo de artefactos que le permiten vivir una vida dentro de todo plena.
Pese a su diagnóstico, Cavendish no pierde su propia identidad y se aferra a sus afectos, principalmente su mujer, para no compadecerse más y buscar dentro de su inhabilidad una fortaleza. Eso es fundamental para sobrellevar los días y lo que le permite viajar por el mundo para transformar las vidas de otros enfermos. “No quiero solamente sobrevivir, quiero realmente vivir”, pronuncia Cavendish en medio de una conferencia sobre discapacidad donde, a pesar de la temática, no hay ni una sola persona discapacitada presente. A través de su experiencia y su lucha constante plantea otro análisis y se convierte en un portavoz de los derechos de esas personas.
La gran ventaja que tiene la película es la emotiva e inspiradora vida de Cavendish, lo real del relato genera el interés necesario para terminar de verla. Lo que tiene en su contra es la visión de Serkis que cae en los lugares comunes del género y se deja llevar, por momentos, por el lado más dramático y manipulador de este tipo de historias. Sobre todo en el último tramo.
Por otra parte, la interpretación de Garfield no es tan llamativa sino más bien insípida. Al igual que su personaje, sus gestos fáciles y la modulación de su voz son las únicas herramientas con las que cuenta. A pesar de su gran esfuerzo, no alcanza para cautivar y mucho menos alabar. Su labor recae en la intensidad de sus diálogos y en los discursos que pronuncia en ciertas escenas. La que si logra un papel memorable es Claire Foy, quien carga con la mayor parte del peso dramático de una manera excelente sin dejar nunca de lado la humanidad.