Lo más atractivo de Breathe, título mucho más acertado que el que le dieron para el mercado latino porque la traducción es respirar, es que está producida por el hijo de los protagonistas de esta historia. Es un hecho real.
También es la ópera prima de Andy Serkis, el genial actor que le dio vida a los personajes motion capture más famosos tales como Gollum de El Señor de los Anillos, King Kong, Cesar de El Planeta de los Simios y ahora Snoke en Star Wars.
Aquí nos presenta una triste historia real, pero de esas que a los norteamericanos les encanta: la auto superación.
Andrew Garfield, genial como siempre, interpreta a Robin Cavendish, cuya lucha por una mejora de vida e inventos para los que padecen parálisis fue fundamental.
Conmueve y compromete al espectador sin golpes bajos, pero al mismo tiempo tampoco logra generar una empatía muy grande como para que el film perdure en el tiempo.
La puesta es buena, Serkis hace una gran labor con los actores.
En definitiva, es una película correcta y no mucho más que eso. Emocionará a los que son de lágrimas más fáciles pero no angustiará.