Una historia de superación sobre un joven parapléjico es el debut como director del actor Andy Serkis
Una razón para vivir, primera película del actor Andy Serkis (Gollum de El Señor de los Anillos y El Hobbit), cuenta la historia de Robin Cavendish que en los años 50 y debido a la poliomielitis queda parapléjico y dependiente de un ventilador mecánico para respirar. Y aunque una placa inicial nos advierte que la historia está basada en hechos reales, desde el primer momento, incluido el despliegue de la placa, todo parece ficción, fantasía, artificio.
Al finalizar la película nos enteramos de que el productor es el hijo de Robin Cavendish (Jonathan Cavedish, involucrado en proyectos como las sagas Britget Jones) y que el filme busca homenajear a su madre y a su padre porque “cambiaron la vida de muchas personas”. Pues esta película no cambiará la vida de nadie ya que es tan conservadora que parece un cuento de hadas sin purpurina.
Una historia protagonizada por personajes de clase media alta inglesa que viven en el limbo de sus circunstancias, sin una conciencia política, comunitaria o emocional que exceda sus propios malestares.
No sabemos de qué viven pero sí nos queda claro por qué viven: gracias al amor desinteresado de familiares y amigos, incluso de la niñera que aunque Diana Cavendish, esposa y salvadora del protagonista, le aclara que no tienen dinero para pagarle, ella la tranquiliza: No te preocupes. Tu familia es mi familia. Sin embargo, su siguiente y última aparición en la pantalla nos deja en claro que no es recíproco y que para la burguesía trabajar para ellos sin recibir un salario no es mérito suficiente para ser considerado como miembro de la familia.
Extraña sensación permanece después de ver Una razón para vivir (Respira, título original), un filme que no conmueve, ni indigna, ni problematiza con nada.
La película hace uso de las formas clásicas para contar una historia mil veces contada pero pasa la mayor parte del tiempo llegando tarde a los tiempos cinematográficos. Por esta razón la primera mitad de la película resulta una extensa introducción donde la adversidad se sortea sonriendo.