Si hay una película que sigue al pie de la letra el recetario para levantar el ánimo, esa es la danesa Una receta perfecta. Nada de Dogma 95 ni represión protestante, de fríos invernales ni tormentosos recuerdos. Desde el inicio pone sus cartas sobre la mesa: amistad recobrada, amores maduros, bromas inocentes, los paisajes del sur de Italia y un muestrario exquisito de la cocina mediterránea. No hay mucho más, pero esa falta de originalidad no le arrebata a la historia su espíritu de consciente reconciliación con el tiempo presente.
Marie (Kristen Olensen), Berling (Stina Ekblad) y Vanja (Kirsten Lehfeldt) son amigas desde la secundaria y ahora que ya tienen más de 70 años, encontrarse de vez en cuando es todo un desafío. El lema de su adolescencia era ‘¡Konumátur!’, una especie de grito salvaje traído de Islandia a Dinamarca que reclamaba la igualdad de las mujeres, jóvenes impetuosas de aquellos años del feminismo de los 70. Pero el tiempo ha pasado y cada una de ellas, antes combativas, ahora tiene su vida encaminada.
Marie se divide entre un trabajo exigente como contadora en la compañía que administra con su marido Henrik (Peter Hesse Overgaard) y la atención a su numerosa familia. Vanja reparte sus días entre su prologado duelo por la muerte de su esposo hace ocho años y los paseos con su perro Miller (por Glenn, obvio). Y Berling resiste el paso del tiempo a fuerza de esconder sus sentimientos junto con sus arrugas.
Esa insalvable distancia que ha instalado la despiadada rutina parece sortearla de repente una imprevista infidelidad de Henrik que empuja a las viejas compañeras a unas vacaciones mediterráneas con un curso de cocina incluido. Lo que resta son las canzonettas, el vino tinto y los exquisitos manjares de una posada en Apulia que resultará una oportunidad perfecta para el reencuentro (de cada una con las demás y también consigo misma). Al principio todas siguen a pie juntillas su arquetipo: Marie ensimismada en su bronca, esperando el mensaje de Henrik para la reconciliación; Berling dispuesta a encuentros fogosos con algún turista desprevenido; y Vanja esperando las “charlas” con Miller vía Skype. Pero a medida que pasan los días y circulan las recetas, los límites se aflojan, los silencios se hacen gritos y algunas cosas cambian de lugar.
La directora danesa Barbara Topsøe-Rothenborg no nos pide más que seguir el previsible recorrido de la historia con una risa por aquí y una lágrima por allá. Pese a ello y al afán de dejarnos contentos, Una receta perfecta no viste a la vejez de falsos colores, no esconde los temores y el patetismo, encuentra en los lazos de amistad destellos de emoción genuina. Kristen Olensen brinda a su Marie -quien debe ver aquello que ha tenido mucho tiempo escondido- el lento compromiso con ese mundo del que se había alejado, aquel que en sus momentos más ridículos consigue sentir su adormecido dolor. Sin perder los hilos de la comedia ingenua, es allí donde asoma algo de verdadero corazón.