Tu casa no es mi casa
En la primera escena ya se ve que los roles están cambiados. La mucama cuida a un niño de una familia de clase alta de Sao Paulo, hace de madre, lo acaricia, lo abraza. Una llamada que recibe la mucama, de su hija diciéndole que está en otra ciudad, y el diálogo difícil que se da permite vislumbrar que la falta de contacto entre los personajes será uno de los temas principales de Una segunda madre, Anna Muylaert.
El relato avanza y pasa el tiempo, por medio de la elipsis. El niño es un adolescente, pero sigue siendo criado por la mucama. Val (el nombre de la mujer) recibe la noticia que su hija Jessica quiere venir a la ciudad para anotarse en la facultad. La llegada de la joven, quien vivirá en la casa de los patrones de su madre por un tiempo, trae pequeños cambios a la vida de todos los integrantes de la familia.
Una segunda madre lleva su peso hacia la gran actuación de Regina Case, quien sigue las órdenes de sus patrones sin contradecirlos, haciendo su vida pura monotonía. El cambio que produce la introducción de su hija a su casa/trabajo la hará cambiar de a poco. Todos en la familia, de alguna manera, buscan afecto. Hay un aroma a Teorema, de Passolini, dando vueltas por el ambiente: el personaje de la hija irá generando interés en la parte masculina del entorno, pero se queda ahí; es un intento que sirve para disparar hacia otro lado.
Muylaert muestra un sector de la sociedad brasileña, lo describe bien, quizás se le puede criticar que remarca mucho la relación de la mucama con el hijo de su patrona. Tiene grandes momentos de humor, que ayudan a aflojar cierta sensación de que todo va a complicarse. Uno de ellos es cuando el padre se siente atraído/seducido por Jessica, la invita a comer a la mesa en la que sólo puede sentarse la familia y no la servidumbre. La interacción entre patrón/mucama a través de la puerta de la cocina y un conflicto con el gusto de un helado, funciona para marcar las diferencias entre lo que piensan la madre y la hija.