Entre el prejuicio y la oportunidad
“Una segunda madre” o “Que horas ela volta?” es una película brasileña que toma como eje del relato la relación entre madres e hijos afectados por la distancia. Puede ser la distancia física o la distancia emocional, o ambas cosas.
Val es una mujer oriunda del nordeste del país, una región más pobre que el centro y el sur. Como tantos otros nordestinos, ella arribó a San Pablo en busca de trabajo. La gran urbe, con su perfil industrial y pujante, que se alza compitiendo con las grandes capitales del mundo, es un lugar en el que una empleada doméstica, bien ubicada en una casa de una familia de clase media acomodada, puede ganar un buen sueldo que le alcanza para ella y también para enviar a su familia, que ha quedado allá en el norte.
Es el caso de Val, que trabaja cama adentro en un hogar compuesto por un matrimonio con un hijo. Cuando ella llegó, el niño era pequeño. Ahora, ya han pasado diez años desde entonces, y el pequeño es un adolescente que ha crecido, mimado y malcriado por una Val que añora a su propia hija, a quien ha visto poco y nada durante todo este tiempo.
La mujer esconde un pasado conflictivo. Ha tenido una pareja con quien ha tenido una hija, pero por alguna causa, el matrimonio no funcionó y ella decidió abandonar el hogar en busca de un destino mejor. La niña ha quedado al cuidado de alguien de la familia, aunque Val le ha estado enviando dinero todos esos años.
De repente, Jéssica, la joven, le comunica un día que irá a San Pablo a reunirse con ella, porque quiere ingresar a la universidad a estudiar arquitectura.
Hace diez años que madre e hija no se ven y el reencuentro es un tanto tenso y en principio, complicado.
A simple vista, Jéssica aparenta ser una joven independiente, segura de sí misma y sin los prejuicios de clase que afectan a Val, quien, como empleada doméstica cama adentro, tiene que respetar algunos límites, ciertas barreras invisibles pero bien concretas, entre sus patrones y ella.
Jéssica pensaba vivir con su madre, pero ignoraba que no tenía un lugar propio. Si bien en un principio la familia la acepta, hasta que encuentre un lugar mejor donde alojarse mientras curse en la universidad, pronto su presencia comienza a alterar, aunque sin querer, el orden establecido y pone nerviosos a todos.
La película, opera prima de Anna Muylaert, constituye un relato costumbrista que, apelando a oportunas dosis de humor y un compendio de imágenes metafóricas y símbolos, grafica las desigualdades sociales imperantes en Brasil, mostrando un caso testigo, tomado seguramente de los miles de casos parecidos que se dan en la realidad. La convivencia entre estos seres de distinto origen, con diferentes expectativas, intereses y hábitos, si bien está impregnada de modernidad y tolerancia, dispara una complejidad de prejuicios de uno y otro lado, que amenazan con derivar en verdaderos conflictos.
Pero, antes de que la sangre llegue el río, las cosas se resolverán y cada uno encontrará su lugar, aunque las diferencias tenderán a blanquearse y acentuarse.
Sin ahondar demasiado en el profundidad psicológica de los personajes, Muylaert esboza a grandes rasgos los perfiles de cada uno, insinuando más que desnudando, historias de vida en las que cada uno lleva su propia cruz a cuestas y tiene que lidiar con el rol y el lugar que le ha tocado en suerte. Y si bien hay cierto fatalismo en su mirada, siempre aflora una suerte de salida alternativa que intenta sobreponerse a los condicionamientos rígidos.
Toda la película se concentra mayormente en el proceso de Val, quien es la que sufre la mayor de las transformaciones y aprovecha la oportunidad que la da su hija de resolver un conflicto personal para saldar una cuenta pendiente con su pasado y poder encarar el futuro de otra manera.