La culpa es de la culpa
Un ejercicio de crueldad y sadismo cinematográfico poco menos que insoportable.
En Una segunda oportunidad un bebé muere. Y los padres (lindos y ricos) le roban el suyo a una pareja de drogadictos (feos, sucios y malos) y le dejan el cadáver del fallecido. Y estos -cuando descubren que por negligencia han dejado morir a su hijo (lo cual no es verdad)- fingen que alguien les ha robado al crío.
Todo esto ocurre en los primeros minutos de esta provocación cruel e indigna de la danesa Susanne Bier, una de las directoras más sobrevaloradas del cine mundial. A los pocos minutos la madre del matrimonio burgués (él, encima, es policía) se suicida y le deja al bebé (que no es suyo, claro) a un camionero. Y así sigue esta exploración de la culpa, la hipocresía, el cinismo y la doble moral. No es spoiler porque son hechos que se acumulan durante la primera mitad, pero si lo quieren tomar como un exceso de mi parte háganlo: porque desde este espacio propiciamos que el lector NO vea esta sumatoria de bajezas y sadismo, aunque también podría servir como un manual de todo lo que NO hay que hacer en el cine.
Alguien podrá argumentar que la realizadora de Un mundo mejor (¡ganadora del Oscar extranjero!) y Hermanos filma bien (o bonito) y que los intérpretes (verdadero dream team del cine danés encabezado por Nikolaj “Game of Thrones” Coster-Waldau, Ulrich Thomsen y Maria Bonnevie) son muy profesionales, pero eso poco (nada) importa cuando una artista somete a sus personajes -y al espectador- a un martirio semejante. Ofensiva, de mal gusto, maniquea, explotadora, desagradable. Todo eso (y más) es lo que genera esta deplorable película de una directora que se hunde en las ciénagas putrefactas del cine contemporáneo.