Abyecta y manipuladora
La danesa Susanne Bier hace un cine abyecto. Lo hizo en su país natal y lo viene haciendo en una exitosa carrera que llegó a la cima del Oscar con la abyecta Un mundo mejor.
Pero esa manía de la realizadora por mostrar las miserias humanas a un grado extremo jamás había alcanzado una altísima dosis de manipulación y maniqueísmo como se ve en las imágenes de Una segunda oportunidad.
Probablemente se esté ante un fenómeno incomprensible (ya de por sí, la repercusión que tiene Bier en el cine no tiene explicación) como determinan los climas turbios y el realismo sucio de algunas película nórdicas que hace 20 años encabezaba esa jugarreta de marketing que fue el Dogma danés. Pero daría la impresión, por lo menos con las películas de la península que tienen su estreno comercial, que ellas sólo dedican sus historias a describir lo más obtuso y repudiable del género humano.
En Una segunda oportunidad hay un bebé muerto que luego no es tal, otro bebé secuestrado, una pareja pulcra (él policía) y otra de marginales, drogones, roñosos, mala gente. El ida y vuelta narrativo acumula un suicidio, un bebé rodeado de mierda, alguna escena de violencia gratuita, jeringas que van de acá para allá y un rejunte de "temas importantes" (la culpa, la redención, la responsabilidad), en una historia que intenta sin suerte describir a dos parejas como si fueran las caras de una misma moneda, en manos de una realizadora efectista como Bier, que representa una visión particular y nada complaciente sobre el mundo.
Ahora bien, ¿está mal que Una segunda oportunidad elija captar hasta el extremo las miserias humanas? No, por supuesto. Pero por eso mismo se trata de un cine abyecto, manipulador, petardista, estentóreo en situaciones y climas que no admiten misterio alguno.
En una semana donde se producen las reposiciones de dos films (Persona y Cuando huye el día) del notable Ingmar Bergman, justamente otro realizador que hablaba del pecado, la culpa y la redención, la película de Bier comprende todos los clisés de un cine repleto de estereotipos llevados a la máxima abyección. Ni el notable plantel actoral, encabezado por Nikolaj Coster-Waldau (Game of Thrones) puede salvar semejante incendio cinematográfico