Tensión efectiva, pero también algo efectista
Advertencia previa e ineludible: embarazadas, padres y abuelos de bebés mejor que se vayan a ver otra película. Acá un chiquito muere por accidente, otro está a cargo de una sucia pareja de drogones poco sociables, hay un robo de criatura, desesperación, llantos, gritos, suicidio, falsas acusaciones, ataques de histeria y otros momentos feos derivados de los anteriores. El resto del público puede verla sin mayores problemas.
Acerca de la trama, sólo diremos que hay padres, madres, policías, borrachos, mentalidades contrapuestas, parejas antagónicas, planteos sobre la paternidad y el concepto de buena persona, y algunos ejemplos puntuales sobre la aplicación de justicia por fuera de las instituciones, el mal que uno puede causar queriendo hacer el bien, los buenos sentimientos de la gente mala y viceversa, y las metidas de pata hasta el cuadril.
Todo eso, contado en forma lenta pero inexorable, tensa, incómoda, con algo de thriller y de espanto, y unas vueltas argumentales algo exageradas pero casi siempre efectivas (y efectistas). Pasan cosas tremendas. Afortunadamente, el título nos hace pensar que al final habrá una esperanza. El título, las leyes del espectáculo, y quizá también la facha del intérprete, Nikolaj Coster-Waldau, el Jaime Lannister de "Juego de tronos".
Autora, su paisana Susanne Bier, esa de dramas medio naturalistas de serios cuestionamientos morales, como "Corazones abiertos" y "En un mundo mejor", con el que ganó el Oscar, aunque el público quizá la registre más por su única comedia romántica, "Todo lo que necesitas es amor", con Pierce Brosnan. Bien, acá los personajes necesitan amor, cordura y buena suerte, pero no se puede tener todo en la vida. Atención a Ulrich Thomsen, el camarada de armas, y a Nikolaj Lie Kaas, el asocial quizá redimible.