Susanne Bier que cuenta en su filmografía con películas como “Hermanos” (2004),”Después del casamiento” (2006) y la premiada “En un mundo mejor” (2010), entre otras muchas. Vuelve con “Una segunda oportunidad” al extremo de los conflictos éticos: recorre a través dos mundos paralelos las peores bajezas, los más grandes miedos y las más temibles acciones. En 102 minutos la vida pareciera convertirse en una desgarradora experiencia, y la directora danesa nos la muestra con su habitual naturalismo.
“Una segunda oportunidad” cuenta la historia de dos policías (Andreas y Simon) que un día irrumpen en la casa de una pareja de drogadictos y descubren que tienen a un bebé en estado de abandono escondido en el armario. Andreas que vive feliz junto a su esposa y su hijo pequeño, se siente fuertemente afectado por este episodio. Simon por su parte, continúa refugiándose en la bebida para sobrellevar su separación. Sin embargo, un confuso y trágico hecho trastocará sus valores e idea de justicia al punto que cada uno asumirá una actitud totalmente diferente respecto a lo que está bien o mal.
Este drama íntimo revestido al inicio de thriller policial no puede dejar indiferente a nadie. Desde que el personaje de Andreas descubre al pequeño Sofus cubierto de su propia mierda, no hay hasta el desenlace un momento en que no nos veamos sobrecogidos por algún inesperado giro de la trama. Queda a la vista la habilidad de la directora para suscitar y mantener el interés del espectador en cada escena, y en este sentido, los actores protagonistas, en especial Nikolaj Coster-Waldau y Maria Bonnevie, ayudan enormemente en la tarea. El tremendismo de la historia podría hacer caer el film en una rebuscada tragedia contemporánea sin sus muy buenas actuaciones.
Ahora bien, pese a la experiencia de la directora y a la solidez de las interpretaciones, el film no puede eludir determinados estereotipos y lugares comunes con la intención de dar sentido a ese sinfín de sucesos trágicos que viven los personajes. Seguramente, este sea uno de los puntos cuestionables de la película. Este cuento moral, como le gusta denominar a Bier a algunos de sus films, no nos deja más opción que hacer una obligada reflexión sobre lo que seríamos capaces de hacer en situaciones límites. El ejercicio ético al que nos obliga la historia es recompensado con un desenlace premeditadamente esperanzador.