Humor para hablar de amor
La comedia dramática dirigida por Nicole Holofcener reflexiona acerca de la circulación de los sentimientos. A pesar de los toques cómicos no abandona la melancolía y el drama.
Tal vez lo primero que llama la atención de Una segunda oportunidad sea la presencia de James Gandolfini, gran actor secundario de cine pero de gran fama por su papel protagónico en la serie de TV Los Soprano. Gandolfini murió en junio de este año y dejó dos películas, una es esta comedia dramática y la otra un policial que llegará en 2014. Acá, de forma tierna e insólita, es Albert, el galán de la película. Y tal vez eso dice mucho acerca del tono y las ideas del film.
La protagonista es Eva (interpretada por Julia Louis-Dreyfus, inolvidable por su trabajo en la serie Seinfeld), una masajista que cuando su hija comienza la facultad cree que es un buen momento para buscar una pareja en serio. Y esa pareja aparece en la figura del gordo Albert, quien parece ser un buen partido. Las cosas toman un giro cómico cuando Eva descubre que su nueva clienta y amiga, Marianne (Katherine Keener) es la ex de Albert, y que todas las cosas que contaba de su horrible ex eran finalmente sobre el nuevo amor de Eva.
Con humor, pero no exenta de cierta melancolía y drama, la película desarrolla una amable reflexión acerca de la circulación de los sentimientos. Lo que para alguien es malo, para otra persona es el amor verdadero. Nicole Holofcener, directora y guionista nacida en New York en 1960 es la encargada de hacer el entramado de personajes, con sus sentimientos, sus miedos y sus deseos. Con varias películas en su haber, Holofcener es una heredera de los films de Woody Allen. Sin aferrarse tanto al humor, pero creando situaciones parecidas a las del director de Hannah y sus hermanas, ella consigue sacar provecho de sus criaturas y reflexionar acerca de la condición humana. Si hasta la fecha no ha podido hacer alguna película con categoría de clásico, es en parte porque su tono asordinado le impide destacarse demasiado. Su apuesta es más serena y su estética esquiva cualquier clase de lucimiento visual. Si en el futuro su apuesta irá hacia películas más ambiciosas, es imposible saberlo.
Por lo pronto sus personajes, con mucho de Woody Allen y con mucho de cine europeo también, siguen resultando interesantes y profundamente humanos. Para los admiradores de James Gandolfini les queda la emoción extra de verlo una vez más en la pantalla grande, con su enorme humanidad y su aspecto de oso tierno y querible.