Formas de elaborar un duelo
Esta sorprendente película israelí es tan cómica como conmovedora.
¿Cómo sigue la vida después de la muerte de un hijo? Hay tantas respuestas como padres e hijos en el mundo, pero difícilmente una tan divertida y, a la vez, tan conmovedora, como la que plantea Asaph Polonsky en su sorpresiva opera prima.
Vicky y Eyal Spivak acaban de terminar la shiva, la semana ritual de duelo que el judaísmo establece para los fallecimientos de los parientes más cercanos. En este caso el muerto es Ronnie, su hijo de 25 años. Después de haber recibido las visitas y condolencias de familiares y amigos durante siete días, el matrimonio se queda a solas. ¿Y ahora? Con practicidad y sensatez femeninas, Vicky intenta ocuparse de asuntos concretos, desde reincorporarse al trabajo hasta ir al dentista. Pero Eyal no puede simular que todo está como era entonces.
El protagonista masculino (Shai Avivi, un comediante famoso en Israel, que por este trabajo ha sido comparado con el de Larry David en Curb Your Enthusiasm) se toma las mismas libertades que el director de la película. Es decir: hace lo que se le canta. Deja caer las máscaras sociales y, como un chico caprichoso o un adolescente rebelde, permite que aflore toda su inmadurez. Libre de represiones, expresa todo lo que siente. Y una de sus formas de elaborar el duelo es acercarse al aparatoso hijo de los vecinos, apenas unos años mayor que Ronnie.
Es casi imposible explicar por qué algo resulta cómico. “Simplemente les pedí a los actores que no trataran de ser graciosos”, declaró Polonsky. El resultado es un humor seco, a cara de perro, eso que los anglosajones denominan comedia deadpan. Que no decae en ningún momento.
Pero lo mejor es que el trasfondo trágico tampoco desaparece. Está ahí, presente en cada uno de los disparates que se manda Eyal (y Vicky también). Y, al igual que los pasajes más divertidos, los momentos más emotivos o poéticos tampoco están subrayados. La tenue tensión entre el drama y la comedia se mantiene a lo largo de toda la película, como un sabor agridulce que no se disipa jamás.