Una gran poetiza gana en el cine reconocimiento en una obra sensible con estupendo trabajo actoral
“¿Pero y los himnos?” Pregunta Emily. “Eso no es música,” contesta su tía en medio de un concierto, horrorizada además porque en el escenario hay una mujer cantando. Un simple botón de muestra de la forma elegida por el director Terence Davis para aproximarse a Emily Dickinson, la poetisa de Nueva Inglaterra que hizo de su trabajo una oda a una perseverancia oscura y llena de anhelos de vida, cuyas luces se fueron apagando con el fragor de las respuestas a sus preguntas sobre la muerte, el tiempo, o el transitar por la vida.
Ya en los primeros siete u ocho minutos hay tres situaciones en las cuales se pinta de cuerpo entero a una joven colegiala dispuesta cuestionarlo todo, y muestra sus garras intelectuales frente a los mandatos, empezando por los religiosos, siguiendo por los políticos, y luego por los familiares, aun con un padre de ideas y mente abierta. Hoy le gritarían progre por la calle, en aquella época podía ir preso.
Si bien a priori puede parecer esquemática, de narrativa tradicional y de recursos previsibles, hay muchos elementos, si el espectador está dispuesto a descubrirlos, que contradicen esa primera impresión. Justamente, abrazando uno de los preceptos la escritora que decía “aborrecer lo obvio”, lo literal de la aparición de los poemas se vuelve menester, y hasta podría decirse que las palabras suenan a la música que rondaba por la mente de la gran artista.
Lo mismo sucede con la dirección de arte y la fotografía. Hay tomas en donde todo parece frío pese a estar en plena luz del día y en verano, pero claro, la idea es llegar al alma de la poesía de Dickinson y para ello fue necesario este retrato en donde el sufrimiento interno está disfrazado por una sonrisa que va deteriorándose a medida que pasan los años.
De alguna manera esto también define la enorme sensibilidad de “Una serena pasión” para adentrarse en los cuestionamientos, contradicciones, y carencias de la protagonista. Acaso también haya sido el motor generador de esos poemas desgarradores y ciertos.
El estupendo trabajo de Cynthia Nixon, a años luz del insulso personaje de la serie “Sex and the city”, es un traje a medida para desplegar técnica pura de actuación frente a cámara, porque si bien el guión es cronológico el grado de afectación del personaje encuentra un perfecto equilibrio para no desbandarse hacia lo melodramático.
El mundo de la poesía tiene un gran exponente en este estreno, y ciertamente Emily Dickinson tiene en el cine el lugar que se merece.