Hay pocas oportunidades de ver grandes películas en el cine de estos días. Por eso, vale la pena esta biografía fílmica de Emily Dickinson. El material de base (la vida de una mujer de tal independencia que hasta creó un lenguaje poético propio) ya es maravilloso. Pero aquí hay un director extraordinario llamado Terence Davies, de quien nuestros tuertos distribuidores nos deben muchas obras maestras. Davies siempre trabaja sobre lo extraordinario que supo nacer en mundos extinguidos, siempre desde las emociones y siempre con una precisión cartesiana para no contar ni de más ni de menos, para no mostrar nada que pueda deslizarse al golpe bajo. Su artesanía es de una gran paciencia, y así logra que los mundos que nos hace recorrer tengan la densidad de lo real. El trabajo de Cynthia Nixon es una invención perfecta: logra que la Dickinson se convierta en materia del cine.