Emotivo viaje al alma de una gran poeta norteamericana
En toda su vida, Emily Dickinson solo viajó al internado de señoritas distante 16 kilómetros, y a un oftalmólogo en Boston. Prefería quedarse en su casa natal fuera del pueblo. El hogar, el bosque cercano, los pocos parientes, eran su único mundo. Eso, y los breves y numerosos poemas que escribía por las noches, encuadernaba en librillos cosidos a mano, y a nadie mostraba. Terence Davies ha viajado más, pero toda su vida alimenta el triste recuerdo de su hogar en Liverpool, su madre y sus hermanas. Las películas del poeta inglés y los versos de la poeta de Nueva Inglaterra cultivan el éxtasis melancólico de los pequeños momentos y la íntima angustia de saber que todo ha de perderse. El ya puso algo de ella en su documental "Of Time and the City". Ahora se pone entero en la representación de aquel mundo, y en la captación del alma cariñosa y dolorida de aquella mujer.
Lo hace de modo calmo, respetando tiempos y mentalidades de una época que ya pocos comprenden. Lo filma en el mismo pueblo de Amherst. Lo ayudan Florian Hoffmeister, director de fotografía, y otros exquisitos como ellos, y sobre todo Cynthia Nixon, admirablemente transformada, Keith Carradine (el juez Dickinson, severo y paciente), Jennifer Ehle (la hermana), Annette Badland (la tía graciosa), un elenco excelente. Hay unas pequeñas licencias biográficas, que no molestan, y algunos versos mal traducidos en los subtítulos, que molestan un poco. Los interesados pueden consolarse leyendo en internet la edición bilingüe del colombiano Hernán Vargascarreño, o buscando en anticuarios los poemas traducidos por Silvina Ocampo, con prólogo de Jorge Luis Borges.