Liam Neeson lidera el reparto, acompañado de Michael Richardson, conformando así un inédito dúo de padre e hijo, tanto en la vida real como en la película. El actor irlandés interpreta a un artista caótico, bohemio y viudo, quien debe viajar desde Londres a Italia para reparar la casa de la Toscana que habitó con su difunta mujer. Una mansión derruida presta a ser restaurada albergará a personajes secundarios pintorescos, emplazándose en un entorno rural e idílico. El actor James D’Arcy debuta como guionista y director, en este drama de reconciliación en donde el vínculo paterno filial intenta sanar, cambiando el rumbo de su relación. Explorando terrenos dramáticos diametralmente opuestos al cine de acción de consumo masivo que nos acostumbra, poco puede hacer el bueno de Neeson, inmerso en un guión repleto de decisiones torpes y previsibles. Paisajes pictóricos que recuerdan a films como “Una Habitación con Vista” (1986, James Ivory) o “Bajo el Sol de Toscana” (Audrey Wells, 2004) son los que nos sumergen en la flamante “Made in Italy”. La pasión latina de sus habitantes, su vida y costumbres, sazonan la presente propuesta, hecha de encuentros fortuitos. “”Made in Italy” ejemplifica el tipo de cine edulcorado que pretende llegar a nuestro corazón del modo más genuino, pero se queda a mitad de camino. Anodino trazos se disipan en un lienzo vetusto, mientras una ejecución narrativa se atiborra de clichés. Prevemos una herida en la familia que lleva años sin cerrar, así como también la incidencia de personajes protagónicos unidimensionales. Sabor a poco.