Cuidado con esta animación. A primera vista parece una película conmovedora y reflexiva, pero en realidad explota un tono de autoayuda que parece hecho para alentar a jóvenes deprimidos y con problemas de sociabilidad.
Ponderar automáticamente las animaciones japonesas es un riesgo, porque a veces son sólo un simple engaño con buenas intenciones, o historias tediosas y superficiales disfrazadas de lecciones de vida profundas. Es importante no dejarse contagiar por la aprobación de la comunidad crítica, que le sube el pulgar a cada animé que se estrena. La onda expansiva del consenso puede ser perjudicial para la salud de este vasto género nipón, que en general ofrece productos de alta calidad cinematográfica.
Una voz silenciosa, basado en el manga Koe no Katachi de Yoshitoki Oima y dirigida por Naoko Yamada, es uno de esos animé con los que hay que tener cuidado. A primera vista parece una película conmovedora y reflexiva, capaz de emocionar hasta a una estatua con su mensaje optimista y su fe ciega en la bondad de las personas. Pero en realidad explota un tono de autoayuda que parece hecho para alentar a jóvenes deprimidos y con problemas de sociabilidad, sin dignarse a mostrar las condiciones sociales, culturales y económicas en las que viven los protagonistas.
Una voz silenciosa se centra en Ishida y Nishimiya, dos jóvenes que se conocen en la escuela primaria. Ishida es el chico malvado del curso, el que martiriza a los más débiles. Un día llega una nueva compañera, Nishimiya, que tiene la particularidad de ser sordomuda, y eso da pie para que Ishida despliegue su talento en el siempre cruel arte del bullying.
Ante ello, la madre de Nishimiya decide cambiarla de escuela. Cuando Ishida se da cuenta de lo que hizo ya es un adolescente que cursa la secundaria. Pasaron unos años, y la culpa creció tanto en él que lo lleva a buscar a Nishimiya para pedirle disculpas.
¿En qué consiste el perdón? ¿Cómo redimirse de un pasado que condena? ¿Cómo vivir con la culpa? Estas parecen ser las preguntas que intenta responder Una voz silenciosa. Tampoco ayuda su innecesaria extensión, que la torna soporífera, repetitiva y cansadora. Quizás el mayor problema del filme sea su postura reaccionaria que hace que los personajes estén guiados por una falsa culpa inmovilizadora, sin ahondar en las verdaderas causas.