Otra decepcionante adaptación de un videojuego
La infernal épica de 15 años por llevar la célebre serie de juegos de Sony a la pantalla grande culmina en un mediocre e insípido film de acción y aventuras desprovisto de la personalidad, el encanto o la espectacularidad de los videojuegos que emula.
Dentro del debate por el mérito artístico que puede llegar a tener un videojuego los de Uncharted nunca se han llevado más palma que por sus logros técnicos, como la animación con captura de movimiento o la puesta en escena cinematográfica. Esencialmente cada juego es su propia película y la creación de cada uno representa un desafío a los límites de la tecnología para volverlos un poco más cinemáticos. Lo mismo no puede decirse del film de Ruben Fleischer, un producto hecho sin inspiración y con el menor esfuerzo que piensa que devolver la liebre a la galera es un truco tan asombroso como sacarla en primer lugar.
Le pusieron de subtítulo “Fuera del Mapa”, pero Uncharted (2022) no explora territorio nuevo. La historia es una simple búsqueda de tesoro alrededor del mundo. Los juegos nunca necesitaron mucho más que eso porque cuentan con personajes simpáticos que se relacionan con ingenio y dinamismo humano. Nada más lejos de ellos que Tom Holland y Mark Wahlberg en los papeles del joven aventurero Nathan Drake y su mentor Victor Sullivan. La relación que debería ser el corazón de la historia pende de una química tan fría y forzada que a menudo los actores ni parecen estar compartiendo la misma escena (y probablemente fue el caso en varias). Holland, siempre tímido y compungido, no da la talla de un aventurero chapado a lo Indiana Jones y un desganado Wahlberg brinda su típica mezcla de agresión y pasividad a un papel que no tiene nada que ver con la figura cálida y paternal de Sully.
El tesoro en cuestión es el botín perdido de Fernando de Magallanes. Suena mucho menos emocionante que descubrir El Dorado o la mítica Shambhala porque no hay ningún misterio que revelar ni elemento sobrenatural con el que decorar la trama. Como la mayoría de las decisiones creativas de la película, parece haber sido tomada por descarte. Hay alusiones y referencias a todos los juegos de la serie, incluyendo un simpático cameo, pero ha elegido como compás principal el cuarto y más prosaico de los juegos.
El único casting acertado del film es Sophia Ali en el papel de la aventurera rival Chloe Frazer. Antonio Banderas interpreta al villano de turno Santiago Moncada y se roba sus escenas. Su papel termina siendo decepcionantemente menor pero es uno de esos donde el actor comparte con la audiencia cuánto se está divirtiendo. Dentro del tibio caldo de deepfakes y pantalla verde que componen el entretenimiento principal de la película hay muy pocos momentos memorablemente divertidos, salvo por los más estúpidos, y esos es mejor olvidar.
Uncharted es un excelente telefilm digno de Nickelodeon que promete entretener sin emocionar demasiado con su violencia sanitizada, humor desdentado, tediosa asexualidad y falta de imaginación. Es el Indiana Jones que le toca al 2022. Los juegos son más divertidos.