Entre las diversas categorías que integran los espíritus elementales en la mitología, las ondinas siempre fueron las más fascinantes por la complejidad que tienen sus personalidades y los diversos relatos que inspiraron.
A veces aparecen como figuras benévolas protectoras de los mares y océanos y en otras versiones como una metáfora del amor posesivo e irracional. Bendecida por las hadas con una belleza impactante, la ondina, que no debe ser confundida con la sirena, a menudo abandona su entorno para conseguir un alma inmortal en el mundo de los humanos. Algo que obtiene cuando desarrolla un vínculo romántico con un hombre. El problema es que si el amante la engaña o la abandona ella se ve obligada a matarlo.
Si bien estos personajes cuentan con numerosas interpretaciones, la más célebre es Undine, el clásico de la literatura alemana creado por Friedrich de la Motte Fouqué en 1811, que se convirtió en uno de los cuentos de hadas más populares del siglo 19. Esta obra años después tuvo una influencia en La sirenita de Hans Christian Andersen que trabajó con un relato más depresivo un personaje diferente.
Pese a que son un clásico de la fantasía, en los medios audiovisuales las ondinas recién empezaron a tener más presencia en el siglo 21, como el animé Aria, de Junichi Sato (Sailor Moon) y esa gran película subestimada de Neil Jordan que fue Ondine, donde el mito de estos seres se combinaba con las leyendas de las selkies, que son otras criatura no menos fascinantes.
En esta nueva producción, Cristian Petzold (Phoenix) uno de los cineastas alemanes más aclamados en los últimos años, toma como principal fuente de inspiración el clásico relato de Fouqué para adaptar la leyenda en un contexto urbano moderno.
En apenas 90 minutos el director construye un film romántico muy original que pese a contar con un tono meláncolico trabaja a la figura de la ondina con mucha mas empatía.
La trama aborda los elementos fantásticos y surrealistas principalmente a través de la simbología y lejos de platear un culebrón depresivo, la narración también incluye algún momento humorístico.
Durante el desarrollo del film Petzold también utiliza el relato de Undine para elaborar una parábola loca sobre la historia de Berlín, que pese a ser un ingrediente pretencioso consigue que los elementos socio-políticos que incluye terminen siendo más interesantes de lo esperado.
Con esta película se da una situación muy similar a lo que ocurrió con The Green Knight, de David Lowery. Se trata de una obra impecablemente realizada, donde sobresale la interpretación de Paula Beer, a quien le comprás por completo que puede ser una ondina.
El problema es que Petzold comete el error de creer que todo el mundo conoce Undine y por consiguiente puede entender sin problemas toda la simbología. La realidad es que sino tenés por lo menos una mínima referencia del personaje y su mitología, el film es complicado de seguir y hay varios momentos que resultan incomprensibles.
Ahora bien, si antes de ver la película contás por lo menos con una noción del concepto de la ondina y su mitología creo que la experiencia es mucho más accesible y gratificante. Cuesta bastante encontrar en estos días buenas propuestas románticas y Undine es realmente grandiosa y merece su recomendación