El frío y el viento azota al sur argentino, más precisamente en la ciudad de Río Gallegos. Un logar, mucho más inhóspito de lo que es en la actualidad. Hacia allí, a un Penal de seguridad media, fueron trasladados cuatro referentes peronistas pese a que no compartían la misma ideología de cómo hacer política, sí los aunaba el fanatismo y la admiración hacia el General. Y ese fue su mayor castigo.
Martín Desalvo recrea un momento histórico ocurrido en los tiempos posteriores al derrocamiento de Perón, cuando asumió el poder un gobierno militar escudado bajo el lema de la Revolución Libertadora.
Cuando John William Cooke (Rafael Spregelburd), Jorge Antonio (Lautaro Delgado), Guillermo Patricio Kelly (Diego Gentile) y Héctor J. Cámpora (Carlos Belloso) ingresaron a la cárcel tuvieron muy en claro que sino se escapaban iban a ser fusilados.
La película retrata los días que ellos pasaron en prisión, priorizando más la relación y la necesidad forzosa de aceptarse como compañeros para que, de esa manera, tener una mejor oportunidad de fugarse de allí.
Filmada en su mayor parte en interiores, con escasos momentos al aire libre, ambientada ajustadamente gracias al vestuario, vehículos, modismos en los diálogos, etc, utilizando en forma exagerada música incidental, para resaltar algunas escenas claves de la narración, conforman una realización bien elaborada desde el equipo de producción.
El relato desde el comienzo tiene un final claro. Lo interesante es ver, desde adentro, como se gestó la planificación de la fuga. Por ese motivo, cinematográficamente hablando, la historia es chiquita como para que tenga la duración que tiene.
Los protagonistas estaban proscriptos, como tantos otros peronistas, en aquellos tiempos. Pero como no estaban de acuerdo con lo sucedido decidieron torcer el destino y guiarse por sus sensaciones, que eran muy pesimistas, para liberarse gracias a la colaboración y complicidad de otras personas interesadas en ellos.