El amor está en el aire
Una tragicomedia romántica correcta, pero de vuelo bajo.
Uno (así se llama el protagonista) es un treintañero que vive solo en la casa que antes fuera de sus padres. El personaje que interpreta Chino Darín (en un momento de gran exposición con películas como Vóley y Pasaje de vida o la miniserie Historia de un clan) es un tipo solitario e introvertido que se ha creado un mundo cerrado y autosuficiente que consiste en changas, partidos de fútbol propios (es arquero) y de su equipo favorito (Quilmes), comida elemental (salchichas con puré), bailes desaforados en el living de su casa y algunas salidas nocturnas junto a su amigo Bigote. Entre cigarrillos y cervezas, Uno permanece en una suerte de ensoñación, en un universo propio que aquí se expone muchas veces con imágenes de animación y efectos visuales con estética de cómic.
En una de esas esporádicas salidas conoce a la atractiva Una (María Dupláa). Seducciones mutuas, mucho sexo y, de golpe, ambos se encuentran en medio de una relación que crece hasta que deciden convivir. Claro que para un muchacho tan solitario, tan poco habituado a los compromisos y en algunos aspectos fóbicos como Uno las cosas no resultan nada fáciles y las diferencias, contradicciones, rechazos y peleas no tardarán en producirse. Ella se va. El la extraña. Trata de recuperarla. Y así. Hasta que Arregui llega a una resolución que luce demasiado forzada y abrupta.
El director de Mataperros y El torcán propone un tono alejado del realismo y apuesta, en cambio, por uno más cercano a la fábula romántica, al cuento de hadas por momentos casi naïf, y a cierta estética publicitaria con una música omnipresente que tiene a quebrar los climas creados. Ese armazón narrativo y visual con mucho de videoclip no permite que el espectador se comprometa del todo con las vivencias de las dos atribuladas criaturas.
La película es correcta en términos visuales e interpretativos, pero resulta demasiado superficial (incluso dentro del espíritu leve que anima al proyecto) y sin la fluidez necesaria. No irrita y hasta por momentos se ve con agrado, pero da la sensación de que con un poco más de audacia, sensibilidad, rigor y solidez podría haber sido bastante mejor.