Apenas un ensayo de lo que pudo ser
Lo que pretende contar Uno mismo es una historia de crecimiento: la de Uno (Chino Darín), un joven que tiene una existencia común, ordinaria, apacible, que vive solo y tranquilo, inserto en una rutina donde sus amigos y su equipo de fútbol favorito, Quilmes, poseen lugares preponderantes. Hasta que sucede lo obvio en la vida de todo hombre: aparece una mujer (María Duplaá) que le sacudirá sus estanterías, obligándolo a repensar y cambiar sus esquemas.
No tiene nada de malo abordar este modelo de relato, por más que haya sido transitado una y mil veces: somos miles de millones de hombres en el mundo, todos con experiencias distintas e infinitas de miradas posibles. La mente, el corazón, el alma masculina, aún en sus aparentes simplicidades, siguen siendo en esencia enigmáticas, y más aún lo es su vínculo con la contraparte femenina. El problema es que Uno mismo posee unas cuantas ideas para trabajar las relaciones y cómo acciona el punto de vista del protagonista, pero no dejan de ser esbozos, aproximaciones, piezas sueltas que no terminan de conectar entre sí.
Es demasiada patente la sensación a lo largo de Uno mismo que el director y guionista Gabriel Arregui acumula invenciones visuales, temáticas y narrativas, pero el conjunto que arma carece de una estructura general realmente sólida que los aglutine. De ahí que el film avance a los tropezones, de forma despareja y confiando en exceso en el carisma de Darín y en menor medida Duplaá, quienes sólo de a ratos superan con sus actuaciones a una puesta en escena plagada de decisiones que la conectan más con el universo televisivo que con el cinematográfico.
Como un borrador que no se terminó de pulir, Uno mismo es una película donde los defectos se imponen a las virtudes, dejándola varada en insinuaciones de lo que pudo haber sido un relato más tangible.