Insertando a un joven hombre urbano y profesional en un contexto extraño y hostil -un pequeño pueblo en el que queda varado, a expensas de historias y personajes que le son ajenos pero que lo intrigan y motivan-, el realizador Dieguillo Fernández ofrece una ópera prima despareja pero valiosa y argumentalmente atrayente.
Ese arquitecto, que espera que su remota mujer se decida o no por seguir con él, despojado de su identidad al extraviar su bolso, encontrará en ese poblado indeterminado nuevas e insospechadas razones de vida a través de una niña huérfana o abandonada, repleta de misterios y a la vez necesitada de un vínculo afectivo que la salve. La trama tiene chispazos de originalidad y está bien desarrollada a través del guión del propio director y Edgardo
González Amer, logrando pasajes interesantes, poéticos y emotivos, fundamentalmente por intermedio del rol de la pequeña de mediana edad, con suficientes cuestiones a resolver que logran atraer. Luciano Cáceres lleva adelante un protagónico convincente, evocando a otros personajes cinematográficos masculinos fuera de su ámbito y buscando reencontrarse con ellos mismos.