Uritorco

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Un viaje psicodélico

En el filme de Homero Cirelli, tres amigos suben al cerro cordobés en busca de una fiesta y se pierden.

Uno podría resumir la trama de Uritorco y, si bien sería fiel a lo que sucede en la película, no serviría demasiado para explicar la experiencia. De hecho, hasta hace suponer una película que Uritorco no es.

Un poco como sucedía en Porno , que Homero Cirelli dirigió en 2006, el título y la trama es una excusa para que el realizador tome la cámara y explore cinematográficamente esos espacios y esas situaciones.

Uritorco arranca contando la subida al cerro que una chica argentina y dos venezolanos hacen buscando una fiesta de música electrónica que, les han asegurado amigos vía celular, sucederá esa noche en la cima.

Pero el trío se pierde -o la fiesta no existe- y el celular deja de tener señal, por lo que terminan acampando con otras personas (un vendedor de artesanías, una mujer mayor y un personaje extraño y sospechoso). Al otro día, uno de los venezolanos se pierden y la búsqueda cambiará de eje.

Más allá de la descripción, lo que Cirelli intenta aquí es poner al espectador en una suerte de trance psicodélico, representando más el estado químicamente alterado de los viajantes que algo parecido a la aventura.

Como en sus otros filmes, la cámara de Cirelli se detiene y avanza a través de la naturaleza, montando escenas directamente en relación a la música electrónico-industrial que se impone sobre el espectador. Así, el filme va pasando de la calma, la contemplación y la charla banal a las luces saturadas y los sueños/pesadillas/delirios de los protagonistas, derivados de la experiencia ácido/mística de la subida a ese cerro, que es famoso por su extraña energía y en el que, se supone, se pueden avistar extraterrestres. O, quien dice, encontrarse con uno cuando la noche cae, rojiza y más psicodélica que nunca.