Keep it Basic
Vacaciones explosivas (título absurdo/ridículo si los hay para un thriller carcelario como Get the Gringo) marca el regreso de Mel Gibson al cine de acción puro, efímero y eficaz. Luego de sus conflictos personales y con la industria (sin ir más lejos, esta película ni siquiera pasó por los cines norteamericanos y en mayo último fue directo al VOD y luego al DVD/Blu-ray), el actor de Mad Max, Arma mortal y Revancha incursiona en tierra mexicana y, más aún, en sintonía con el espíritu de cierto cine de Sam Peckinpah, Sergio Leone, Clint Eastwood, Quentin Tarantino, Robert Rodriguez y los hermanos Coen (aunque las comparaciones le queden algo grandes).
Opera prima de Adrian Grunberg (nacido en Puerto Rico de padres argentinos), un experimentado asistente de dirección de muchos realizadores, incluido el propio Gibson en Apocalypto, Vacaciones explosivas arranca con una persecución automovilística cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. Mel es un ladrón de bancos con un botín que no le corresponde y termina estrellándose del lado azteca. De allí, a una sórdida e inmensa prisión en El Pueblito, Tijuana (en verdad, se filmó en una cárcel clausurada de Veracruz).
En ese contexto de extrema violencia (y en el que un estadounidense no es precisamente bienvenido), Gibson terminará ayudando a un niño de 10 años al que le quieren extirpar el hígado para trasplantárselo a un mafioso local (Daniel Giménez Cacho).
Como se podrá apreciar en esta breve sinopsis, el guión coescrito por Gibson y Grunberg no es un dechado de creatividad, pero el director hace un excelente uso de las locaciones, construye una narración a pura adrenalina/testosterona y con toques de humor negro en la línea del western spaghetti, y se apoya en la excelente fotografía en pantalla ancha del belga Benoît Debie (habitual colaborador del franco-argentino Gaspar Noé). Que nadie espere grandes hallazgos, pero como exponente de cine de género básico Vacaciones explosivas cumple y dignifica.