¿Quién es ese gringo?
La Pasión de Cristo (2004), vista en retrospectiva, representó tanto la fortuna como la ruina para Mel Gibson. El actor y director de Corazón valiente se jugó una patriada al financiar la producción con dinero de su propio bolsillo y pese al tono gore desmedido y a estar hablada en arameo con subtítulos (los yanquis detestan leer subtítulos es la eterna cantinela), su apuesta fue un éxito rotundo en donde se haya exhibido. En ese aspecto Mel no se puede quejar. El conflicto se disparó por el lado de su siempre controvertido antisemitismo que le granjeó la etiqueta de persona no grata en Hollywood. A los poderosos de la meca del cine (obviamente asociados con el judaísmo) no debería tomárselos a la ligera. Gibson comenzó a ser objeto de escarnio en los medios de comunicación que incineraron su imagen en un abrir y cerrar de ojos. Claro que el creador de Apocalypto tampoco es una carmelita descalza y aportó sus propios escándalos a una sopa ya de por sí espesa. Entre su alcoholismo, algunos incidentes con la policía y todo lo que trascendió de la tumultuosa relación con su segunda esposa, la rusa Oksana Grigorieva, su nombre empezó a asociarse cada vez más con episodios ajenos a lo puramente cinematográfico. Ausente de la pantalla grande como intérprete por casi siete años, de a poco el hombre está retornando a la actividad que lo convirtó en una celebridad. Tras estrenar dos filmes en las antípodas como el thriller Al filo de la oscuridad (2010) y el drama un tanto bizarro La doble vida de Walter (2011), Gibson confió en su asistente de dirección en Apocalypto (el boricua hijo de argentinos, Adrian Grunberg) para que co-escriba y debute como realizador con la curiosa y no del todo descartable Vacaciones explosivas que en Estados Unidos ni siquiera pasó por las salas comerciales. Algo impensado en otras épocas…
Lo cierto es que la credibilidad del temperamental protagonista de Arma mortal todavía no ha sido instaurada. Mientras tanto ha regresado a un tipo de cine de acción más afín a su gusto personal. En Vacaciones explosivas interpreta a un delincuente que tras ser perseguido por la policía en la frontera de Texas con México termina siendo aprehendido por las autoridades del país azteca y encerrado en una cárcel de lo más atípica denominada El Pueblito. Allí conviven presos con familiares en condiciones casi inhumanas pero al menos, de acuerdo a la muy particular forma de administrar el lugar, no se requiere el confinamiento de los prisioneros en las celdas clásicas del género carcelario (¡y de la vida real!). Todo el mundo anda suelto y es “libre” de hacer lo que quiera. Siempre y cuando no se abandone la instalación que en apariencia está manejada por un recio director (Fernando Becerril) que pronto se revela como un mero fantoche. Tras bambalinas el que en verdad manda es el mafioso Javi (Daniel Giménez Cacho, el más destacado de los actores aportados por México) que tiene entre ceja y ceja a un pequeño (Kevin Hernández) que podría salvarle la vida de transplantarle su hígado, el único compatible en muchos kilómetros a la redonda. El chico y luego su mamá (Dolores Heredia) se vinculan afectivamente con el gringo al que alude el título original de la obra. A este personaje se le notan varias características ya marcadas en otros antihéroes animados por Mel. La diferencia es que el gringo de Vacaciones explosivas no da la sensación de estar tan desquiciado como el vengador de Revancha ni sufre de los habituales vejámenes a los que suele someter a sus criaturas este actor. Recordemos las escenas de tortura en Arma mortal, Corazón valiente, El complot, etc. Si bien el gringo es un terrible HDP sabe serle leal a sus amigos y sale en su defensa cuando las papas queman. Digamos que es una variación sobre un personaje que Gibson ha ido construyendo durante toda su carrera. El uso de la voz en off, muy escaso, parece sobrar pero el papel le permite lucirse ampliamente. Pese a que los años son indisimulables, como así también las consecuencias de la bebida, éste es el Mel que todos queremos ver.
Con claras reminiscencias del spaghetti western y oblicuas referencias al cine de Tarantino y Rodriguez (los hermanos Macana), el guión escrito por Gibson, Grunberg y Stacy Perskie no ahorra peripecias ni incoherencias ni escenas de violencia zarpada que sólo un alma cándida y frágil es capaz de tomarse en serio. Vacaciones explosivas es tan hueca como uno se imaginaba que sería. La buena noticia es que además es levemente divertida aunque el sadismo de Gibson sigue estando presente: en esta oportunidad ni las mujeres se salvan de ser martirizadas. ¿Será una sutil revancha contra su ex o un abierto ataque al género? Un psicólogo ahí, por favor…