Un mundo violento
Filme de mucha acción y humor negro, con Mel Gibson interpretando a un delincuente preso en una increíble cárcel mexicana.
Si nos pusiéramos serios -si estuviéramos dispuestos a aburrir y aburrirnos- podríamos elaborar una larga lista de denuestos a Mel Gibson, protagonista, coguionista y coproductor de Vacaciones explosivas . Pero ahorrémonos la corrección política: hablamos de un entretenidísimo thriller carcelario, en el que Gibson muestra lo mejor de su repertorio: un héroe/antihéroe, violento e irónico, que vive en plena acción y no se toma en serio a sí mismo. Lo “acompaña”, como si fuera la coprotagonista, una cárcel mexicana que reproduce -según el director del filme, Adrián Grunberg- lo que ocurría en la prisión El Pueblito, en Tijuana: un sitio alucinante, en más de un sentido.
La película empieza con una persecución en la frontera entre los EE.UU. y México. En un auto, dos tipos disfrazados de payasos: mezcla de Ronald McDonald y Krusty. Uno maneja; el otro, baleado, boquea en el asiento trasero, hundido en un mar de dólares y sangre. La policía los tiene paragolpes a paragolpes. El payaso herido vomita rojo. Imagen congelada. Voz en off de Driver (Gibson), el conductor/clown: “No hay nada peor que un payaso triste, salvo uno que tenga una hemorragia interna y sangre sobre tu dinero”.
La secuencia termina del lado mexicano, con el auto volcado y policías de ambos países -a cual más corrupto- disputándose la jurisdicción del caso... tras haber visto los billetes robados. Ya tenemos el tono, cínico, y el ritmo, frenético, de Vacaciones... También su estética: una fotografía que oscila entre lo ocre, lo anaranjado y lo amarillo. Efecto “suciedad” que se acrecentará en la prisión en la que terminará Drive.
Gran parte del filme, la mejor, nos entrega la mirada -menos angustiada que cautivada, excesivamente lúcida e indolente- del forastero detenido en El Pueblito. Ahí funciona un mundo dentro de otro: negocios de todo tipo, un casino, una moderna sala de operaciones. Obvio, en medio de la decadencia absoluta: muchas escenas oscilan entro lo revulsivo y lo esperpéntico, atenuadas por las ironías de Gibson. La trama gira en torno de un chico de diez años y su madre, acaso los únicos personajes “limpios”, que viven odiando a un jefe mafioso que maneja el presidio (el siempre sólido Daniel Giménez Cacho).
El montaje vertiginoso, la banda sonora (que incluye Padre Nuestro , de Los Fabulosos Cadillacs) en primer plano, la voz en off del protagonista, la ralentización y el congelamiento de imágenes remiten no sólo a otros filmes de y con Gibson sino al cine de Sam Peckimpah, Quentin Tarantino, Clint Eastwood (que es mencionado con humor) o Sergio Leone.
Vacaciones... puede ser vista como un noble spaghetti western. En los Estados Unidos fue lanzada en DVD. Gibson, que tuvo problemas con los grandes estudios, prefirió trabajar en forma independiente: una clara ventaja para todos.