Mel Gibson: un hombre y su mundo
Voy a decir algo que probablemente es una obviedad, aunque no viene mal mencionarlo: al igual que Tom Cruise, Mel Gibson está loco. Tan sonado está, que ha quedado bastante aislado del campo de acción hollywoodense, que tanto lo alabó en tiempos de Corazón valiente. Pero claro, tantos excesos en la vida personal por parte de Gibson lo terminaron condenando al ostracismo, a tal punto que las estrellas de ¿Qué pasó ayer? rechazaron trabajar con él, a pesar de que no tienen problemas en compartir cartel con Mike Tyson. En Hollywood deberían darse cuenta que Mel siempre estuvo loco, sólo que sus conductas antisociales pasaron del terreno ficcional al real.
Gibson siempre fue un autor, incluso antes de dirigir y escribir sus films. Por eso se puede analizar su carrera como un todo, metiendo en la misma bolsa a las películas que dirigió o escribió, con las que sólo protagonizó. La gran mayoría de sus personajes están construidos desde lo extra-ordinario: no son grandes personas ni seres perfectos, pero se destacan de la mayoría a través de diversas acciones, están por fuera de lo ordinario, de la rutina. Así son Mad Max Rockatansky, Martin Riggs en Arma mortal, Justin McLeod en El hombre sin rostro, Bret Maverick, Tom Mullen en Rescate, Porter en Revancha, Rocky en Pollitos en fuga, el reverendo Graham Hess en Señales, Thomas Craven en Al filo de la oscuridad, Walter Black en La doble vida de Walter. Paradójicamente, ellos impactan en el espectador, además, por su visible ambigüedad, por los grises que los atraviesan, por la forma en que a veces parecen buscar eludir la empatía del público. Algo parecido se puede decir del protagonista de Apocalypto, donde Gibson no estelariza, aunque se lo nota bajando línea de diversos modos. No sucede lo mismo con William Wallace en Corazón valiente, Benjamin Martin en El patriota, Nick Marshall en Lo que ellas quieren y Jesús en La pasión de Cristo: en esos films la ambigüedad se pierde y prima el trazo grueso, la linealidad de pensamiento.
En el universo del Gibson actor/director/guionista, todo se dice de manera brusca, sin sutilezas, con mucha violencia en los cuerpos (llaman la atención, por ejemplo, el rostro cuasi-monstruoso del protagonista de El hombre sin rostro, o las muertes de las mujeres en Al filo de la oscuridad). El cine de Mel puede resultar todo un desafío a la tolerancia de la audiencia.
Vacaciones explosivas lleva por título original Get the gringo, aunque también llevó el nombre tentativo de How I spent my summer vacation. Ambas denominaciones tienen un trabajo irónico y sarcástico, y ese es el tono que atraviesa todo el film, desde el mismo inicio, con la voz en off del protagonista, Driver (Gibson), un criminal profesional, contando sus desventuras. Resulta que es atrapado en la frontera entre México y Estados Unidos, justo del lado del primer país, con un montón de dinero encima. Un grupo de policías federales corruptos se quedan con su botín y lo encierran en El Pueblito, una cárcel que realmente existió, diseñada a partir de un modelo experimental de apertura, pero que salió mal, muy mal, convirtiéndose en una especie de pequeña ciudad infernal. De allí deberá salir Driver, a toda costa, contando como aliados a un pequeño y su madre, aunque tiene como adversarios a lo peor del mundo criminal (y hasta del orden legal) de los dos lados de la frontera.
El relato no apela nunca al discurso bienpensante sobre la violencia en México, como sí lo hacían films bastante simplistas y hasta cobardes como Hombre en llamas y Bordertown, ciudad al límite. Al contrario, dice las cosas sin tomar atajos, describiendo el panorama como es: sangriento, opresivo, miserable, toda una paradoja social. Vacaciones explosivas cuenta también con la ayuda de un excelente trabajo en la puesta en escena, que configura espacios y tiempos distintivos, un idioma particular (la mayoría del metraje se habla en castellano, o más bien en mexicano, repitiendo similares operaciones a La pasión de Cristo y Apocalypto) y rituales específicos. El resultado es una alta efectividad para delinear un universo autónomo, que respira con su propio ritmo y que posee una gran complejidad.
Es cierto que en su última media hora, Vacaciones explosivas apresura un poco las resoluciones a sus diversas subtramas y el resultado no es del todo fluido. Aún así, su potencia visual y narrativa, su ritmo ágil, su estilo feroz atravesado por un humor cáustico y negro, la convierten en un objeto extraño, casi bizarro en el panorama del cine estadounidense. Mel, desde los márgenes, sigue agitando el avispero.