Cárcel a la mexicana
Son habituales las veces en las que no se comprende en función de qué circunstancia creativa a alguien se le ocurrió “traducir” el título de una película cambiándolo en un cien por cien, por otro que poco y nada tiene que ver con lo que se va a ver. Ésta es una de esas veces. Algo de explosiones hay, sí, pero olvídense de las vacaciones, a menos que consideren que una cárcel de Tijuana pueda compararse con un all-inclusive.
El personaje de Mel Gibson no tiene nombre, es, simplemente para los títulos, el “conductor”. Dentro de la cárcel será, por razones obvias, el “Gringo”. Llega allí tras atravesar el muro que separa los Estados Unidos con México, y la gran suma de dinero que lleva encima hace que termine prisionero de los mexicanos en lugar de ser devuelto a los Marshalls que lo persiguen.
Si bien nadie lo sabe, no es ningún improvisado en el ámbito delictivo, y mucho menos el carcelario, sólo que aquí deberá adaptarse, ya que las reglas de juego son distintas a las que conoce. “El Pueblito”, tal el nombre del presidio, más que pueblo es un mundo en sí donde reina la corrupción, regido por el más poderoso de sus internos. Un niño que vive allí (interpretado por Kevin Hernández) le servirá como “guía turístico”, asesorándolo sobre las jerarquías, y otros aspectos útiles para la supervivencia en el lugar.
Con la locura y algunos guiños del teniente Riggs, su personaje de Arma Mortal, a Gibson le calza bien esta historia, dirigida por Adrian Grunberg. Lo complementan los delincuentes más variados, ya sea internos, policías, empleados de la embajada o matones a sueldo. Todos quieren el botín que él robó. Mucha acción, disparos y muertos por doquier son los demás ingredientes de esta película que logra entretener, y es lo suficientemente honesta como para no pretender más que eso. Si se busca una denuncia o estudio sociológico de una cárcel mexicana, se está en el film equivocado.
Lo cuestionable es el planteo moral, que la misma película blanquea en un mensaje al final, ya que aquí la división “buenos – malos” implica delincuentes en ambos casos, el dinero que todos persiguen no deja de ser robado, y si se cuenta la cantidad de personas que dejan la vida en el transcurso del film, el costo es caro. A menos que, como son delincuentes o corruptos, sus vidas no valgan tanto.