Ciencia ficción lisérgica
Luc Besson dirige esta adaptación de un comic francés, plagada de efectos visuales y momentos bizarros
Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) son dos agentes especiales que se ocupan de mantener el orden en todo el universo. Enviados a la imponente ciudad intergaláctica de Alpha, una metrópoli en la que conviven miles de especies alienígenas que está a punto de ser destruida. Ellos disponen de menos de 10 horas para encontrar la amenaza y eliminarla.
La película es una space opera hecha y derecha. Naves espaciales, planetas estrambóticos, seres imposibles de otro mundo, conviven en excesivos 140 minutos de metraje, en los que Besson pone "toda la carne en el asador". El diseño de producción, el arte (colorido y furioso) y los paisajes extravagantes, hipnotizan y conmueven. En la puesta en escena está lo mejor del filme, un viaje alucinante que a veces parece concebido a fuerza de LSD.
Como El Quinto Elemento, pero más gigantesca y sin el carisma de sus protagonistas (DeHaan y Delevigne son tan poco empáticos que se hace difícil interesarse en ellos), la película presenta su mejor parte al inicio (un prólogo explicativo y potente) y a mitad de la trama, reservándose un climax poco fuerte y sin punch.
Hay un mensaje subliminal de tono ecológico y de tolerancia entre las civilizaciones que el director introduce en una trama de corte surrealista, cercana al pulp, con momentos de humor negro y sexual muy alejada de las vertientes hollywoodenses. Porque si algo tiene interesante este filme es que se nota el toque europeo y jamás cae en los tópicos del género mainstream.
Por osada y épica, y por contar con algunos momentos visualmente admirables, Valerian y la ciudad de los mil planetas merece ser vista en la oscuridad de la sala y en pantalla gigante, una experiencia fílmica tan original como alucinógena.