Declarado fan incondicional del cómic de ciencia ficción Valerian y la ciudad de los mil planetas, de Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, publicado a partir de 1967 y que sería todo un referente en el genero de ciencia ficción, Luc Besson logra su film más ambicioso hasta la fecha y el más caro de la historia del cine europeo.
Inspirado de manera libre en el sexto volumen de la serie, "El embajador de las sombras", la trama se centra en Valerian -Dane DeHaan- y Laureline -Cara Delevingne-, dos agentes inter espaciales que deben completar una misión con éxito para evitar el colapso de la estación Alpha, una gigantesca ciudad espacial en la que conviven en perfecta paz y armonía la raza humana y miles de especies alienígenas llegadas desde todos los confines del universo, así como la extinción de una raza extraterrestre.
Tras una magnífica apertura que sintetiza, al son de la mítica "Space Oddity" de David Bowie, los avances de la humanidad en su carrera espacial que culminaría en pleno siglo XXVIII con Alpha, Valerian y la ciudad de los mil planetas parece emprender un afanoso recorrido con situaciones, personajes y paisajes que reconocemos con anterioridad en el cine, donde los apabullantes Efectos especiales y CGI del máximo nivel marcan tendencia ante el contenido.
Luc Besson decide simplemente mostrarlo todo y no detenerse en nada, con escenas de acción sobrecargadas visualmente, una incipiente historia de amor ingenua y alguna que otra moralina ecologista como ser tolerantes y respetuosos con las diferencias y la diversidad.
Pero el esplendor visual se diluye ante la falta de un arco dramático, en el que Besson parece haber olvidado mítica jornada del héroe. Aquella en el que los protagonistas van forjando el camino del héroe que se adentra por primera vez en ese fascinante mundo fantástico y va descubriendo todo a la vez que el publico en el cine, donde los personajes se conocen primero y aprenden a trabajar juntos para salvar a la humanidad haciendo que la historia fluya y de paso nos sintamos identificados con ellos.
Tal vez por fidelidad al cómic del cual parte, Valerian y la ciudad de los mil planetas elude esos primeros pasos, pero lo cierto es la vorágine de personajes e imágenes que propone solo nos transporta a las aventuras de Star Wars; Viaje a las estrellas; Guardianes de la Galaxia; un planeta que recuerda al Pandora de Avatar -tanto en sus exóticos paisajes como la actitud de respeto de sus habitantes con la Madre Naturaleza-; y por supuesto El quinto elemento, ese ingenioso y original mundo del que recicla elementos y excéntricos personajes como el extravagante número musical de Rihanna, que recuerda al de la soprano de El quinto elemento.
Tampoco ayuda la inexistente química de la pareja protagonista que no genera simpatía alguna, con un inexpresivo Dane DeHaan y la modelo reconvertida en actriz Cara Delevingne, que supera claramente a su compañero masculino.
Ante la falta de un villano contundente y con algunos secundarios ilustrados como Clive Owen, John Goodman o Ethan Hawke, la que destaca es una Rihanna -Bubbles-, una alienígena con alma de artista capaz de adoptar la forma que se proponga y tornarse en la fantasía de cualquier caballero, incluso alude en una de sus transformaciones a la mítica Sally Bowles de Cabaret, volviéndose a reivindicar Besson como el más feminista de los directores de acción desde los tiempos de Nikita.
Salvando la introducción y la primera gran secuencia en donde Valerian debe moverse a través de un mundo que se presenta a través de diferentes dimensiones, Valerian y la ciudad de los mil planetas despliega con ambición y parafernalia paisajes digitales con ingenio de videojuego, pero con una historia y protagonistas sin trascendencia que apunta a un publico adolescente en el que el azúcar y los anteojos 3D justifican el visionado.