“Valerian” inspiró a “Star Wars”. “Star Wars” inspiró al resto de la humanidad. Todo intento de equiparar algún tipo de influencia se iba a quedar corto, sea tratando de igualar lo indescriptiblemente cautivante del universo creado por George Lucas o alcanzar el nivel inconmensurable de inspiración que provocaron los cómics de “Valérian et Laureline”, la obra original en la que se basa esta última odisea de ciencia ficción dirigida, guionada y producida por Luc Besson (“Léon, El Perfecto Asesino”, “El Quinto Elemento”).
En esta ocasión, decidió colocarse frente al mayor reto de su larga y exitosa carrera: autofinanciar la película más cara jamás producida en Francia, y entrar con esta producción no solo europea sino también independiente entre las 30 películas con mayor presupuesto en la historia del cine. Y no solo eso, sino que se trataría de la adaptación del comic más importante de su infancia, con una importancia cultural mucho más grande que su limitada presencia en la conciencia colectiva podría sugerir. Toda su carrera le permitió estar en la posición de hacer esta película, y el éxito de la misma equilibraría la balanza para alentar o condenar toda aspiración europea por luchar codo a codo con los blockbusters de Hollywood. Tranquilo, sin presiones.
Para tamaña tarea el inicio es más que importante, por lo que el film decide no dejar nada librado al azar y tener tres comienzos muy claros para arrancar las cosas. Primero tenemos una muy breve introducción sobre el camino de la humanidad para convertirse en el centro de la meca cultural más importante de la galaxia, luego una hermosa secuencia ejemplificando una de las miles de culturas alienígenas, así como también las temáticas emocionales de la película, y finalmente, la introducción de los personajes principales con una increíble secuencia de acción. Lejos de ser negativo, este arranque por etapas nos deja sabiendo todo lo necesario para disfrutar el resto: que Valerian y Laureline son dos agentes especiales encargados para proteger el bienestar de la titular Ciudad de los Mil Planetas, hogar habitado por incontables razas y culturas tan únicas como valiosas. Una lástima que a la película le cuesta mantener el nivel de este primer acto durante el resto de las 2 horas.
Con tan solo la primer hora de película resulta muy fácil la recomendación, y si estas leyendo para saber si vale la pena: no dudes que sí. Pero la realidad es que en la segunda mitad de la historia, los enredos comienzan a sentirse mucho más como un rejunte de incompletas aventuras, y la película pierde la justeza y hasta perfecta medida de la que gozaba en la primera mitad. Se vuelve evidente que las ambiciones artísticas y de producción hicieron que el producto termine sufriendo. Por suerte Besson es un maestro, y su dirección (junto a varios momentos aislados) se asegura de que en ningún momento la audiencia llegue a sufrir de la misma manera. El mayor pecado de la segunda mitad es ser inferior a la primera, pero el mal sabor de boca final no termina de manchar todo lo bueno que tiene la película.
A pesar de todo, por momentos “Valerian” pone en vergüenza a cualquier producción salida de la cinta transportadora de Hollywood, tiene destellos que merecen estar entre lo mejor del cine de ciencia ficción.
Esta es una historia con mucho corazón, algo asegurado en los trabajos del francés. Lo bueno es que aparte de ello se trata de la adaptación de uno de los universos más ricos de la ciencia ficción, llevado a la pantalla por uno de los directores que mejor logran combinar lo humano con lo espectacular. Tan imperfecta como valiosa, un placer aguantar unos cuantos resbalones para poder disfrutar todo lo que ofrece.