A pesar de los resultados, el cineasta francés emblemático de los ’90 vuelve a probar suerte con la ciencia ficción.
El inicio es hermoso. Es 1975 y los cosmonautas están en el cielo, no muy lejos de la Tierra. En el 2020 estos se encuentran con los estadounidenses; es un fugaz instante de fraternidad. En el 2031 todos los países del mundo parecen tener astronautas. En el 2150 el mundo es el espacio infinito, donde habitan innumerables entidades inteligentes. Como es de esperar, el inglés se ha transformado en el esperanto cósmico. Todo esto se cuenta en muy pocos minutos, lo que dura la sublime canción de David Bowie titulada Space Oddity. Lo que viene de ahí en más es horrible.