Una de Pixar contaminada por Disney
Corrección política y de género, seguimiento a rajatabla del consenso de época, homogeneidad ideológica sin grietas, sujeción del relato a una agenda con moraleja, el carácter de la heroína: todo remite más a Disney que a Pixar.
Inversiones y contagios entre socios comerciales. Un par de años atrás, Disney produjo Enredados, una variación del clásico cuento de Rapunzel en la que se notaba la mano de John Lasseter, factótum del sello Pixar y desde hace un lustro director artístico de la firma del ratoncito. La marca Lasseter se traslucía allí en un cierto modo de releer los clásicos, desde una modernidad desprejuiciada e inteligente, pero no por eso negada a realimentarse de (y realimentar) la tradición. En una palabra, Enredados era un Disney que parecía Pixar. Ahora, Pixar produce Valiente, en la que una corajuda princesa se rebela contra el mandato familiar, social y de género (el cuento tiene lugar en la Escocia de los antiguos clanes), tallando su propia identidad con un rol reservado a los hombres: el de la arquería. Corrección política y de género, seguimiento a rajatabla del consenso de época, homogeneidad ideológica sin grietas, sujeción del relato a una agenda con moraleja, el carácter de la heroína: todo remite a películas como La sirenita, La bella y la bestia o Pocahontas. O sea: un Pixar que parece Disney.
Cuando el rey Fergus le regala a la pequeña Mérida un juego de arco y flecha para su cumpleaños, la reina Elinor protesta: ella no quiere una hija arquera, quiere una casadera. Un conflicto madre-hija más propio de los años ’60 o ’70 del siglo XX que del presente o el pasado lejanísimo, las dos opciones lógicas para anclar la película: la del realismo histórico o la del anacronismo alegórico. De aquí en más, mamá se ocupará de manejar los hilos para que Mérida elija el príncipe más conveniente, papá se comportará como un animal en compañía de sus amigotes-lores y Mérida, en lugar de dejarse cortejar por sus pretendientes, competirá con ellos arco a arco, demostrando que una pelirroja de melena aleonada puede disparar mejor que tres tarambanas. ¡Machaza! Así están las cosas cuando de pronto Mérida va a parar al bosque de las inmediaciones y es conducida por unas entidades incorpóreas a casa de una bruja, que terminará convirtiendo a la reina Elinor en...
En algo que no debe decirse, para no arruinarle alguna mínima sorpresa al espectador eventual. Lo que importa es que, como puede verse, allí empieza una segunda película-Disney, algo más fabulesca pero igualmente transparente, que apunta a la inversión de roles entre madre dominante e hija dominada, para, en última instancia, reconciliar las posiciones más irreconciliables. Que es a lo que el sello de don Walt se dedica, desde hace siglos. Algo que Pixar no hacía. No hasta ahora, al menos. ¿Qué nos deparará el cine del futuro próximo? ¿Disneys pixarizados, pixars disneyficados o ambas cosas? ¿Algo de eso será bueno o todo será igual, como Valiente parecería augurar? Habría que recurrir a una bruja para saberlo y eso más vale no hacerlo, enseña Valiente. Porque Valiente es una de esas películas que no se hacen para descubrir cosas, como las de Pixar, sino para enseñarlas, como las de Disney.