De amor y de sombras
Pixar se ha convertido en algo tan grande dentro de la historia del cine contemporáneo, que se hace inevitable tras cada estreno poner a la obra en contexto de su propia firma: “esta es peor que aquella; mejor que la otra; no fue tan buena; es un paso en falso; es excelente” y así. Esto, también, conlleva una responsabilidad (Tío Ben dixit): John Lasseter y los demás muchachos están condenados a redoblar la apuesta siempre, a mejorarse. ¿Es posible eso tras la seguidilla Ratatouille, Wall-E, ¡Up! y Toy Story 3? A juzgar por lo que vino luego -la indigna Cars 2 y esta Valiente- el asunto parece bastante complicado. Pero esto, en el caso de Valiente, es injusto. Si bien no es un film redondo ni mucho menos -comparándola con una película similar en temáticas como Enredados (de Disney, pero muy Pixar) pierde la batalla- es como manda la casa una obra con personalidad, con un criterio estético y con un peso específico que la justifica como película. Después se podrán juzgar los resultados y los alcances -algo tan subjetivo- pero para lo que viene apostando Pixar desde hace años, que es a hacer cine y a contar grandes historias, Valiente cumple y ocupa su lugar dentro de la escudería: el primer cuento de princesas y un homenaje y reconocimiento gigante a Disney, pero siempre raro, con sus propias ideas, como debe ser.
En Valiente hay muerte y oscuridad. Mucha. Mucha que se intuye y mucha que se da, que se pone en escena. Los peces se “cazan” a flechazo limpio y se comen con devoción (hola Nemo), las personas no son por definición buenas sino que hay que orientarlas hacia la bondad, todos tiene la posibilidad de hacer daño, el dolor está ahí, latente, acechando (de Wall-E hasta aquí la muerte es algo contra lo que se lucha en los films de Pixar). De hecho, hay momentos que para un niño pueden ser bastante atemorizantes, con unos osos salvajes de garras afiladas y dentaduras feroces. Valiente es -y lo termina de confirmar con esa tremebunda pelea entre osos sobre el final- la más salvaje de las películas Pixar, donde la aventura está presente de manera más explícita por ligazón genérica, pero donde la violencia adquiere un tono más realista sin por eso verse real: porque no es necesario ver sangre brotar para que la violencia esté presente, sino que alcanza con resolver unos conflictos de la manera que deben resolverse: de hecho, su humor, acertadamente escaso debido al tono del film, tiene que ver en la mayoría de los casos con el slapstick, con lo violento de los cuerpos chocando contra objetos de todo tipo. Y Valiente es feroz para escenificar ese conflicto entre madre e hija, para mostrar la brutalidad y escasa complejidad de esos hombres que sólo quieren pelear, y para demostrar que algunas decisiones pueden traer consecuencias lamentables. Aunque, claro, sin esas decisiones no seríamos quien somos, y ese es el toque Pixar necesario para nunca juzgar y siempre apostar al cambio y al juego del autodescubrimiento.
Si bien podemos ver en Valiente un homenaje y reconocimiento a Walt Disney y sus cuentos clásicos, también existen en ese género en sí mismo que es el cine Disney un montón de reglas que aquí son saboteadas y modificaciones que aportan una mirada modernizadora: el conflicto madre que quiere ver a su hija casarse contra hija rebelde es resuelto con una protagonista (la hermosa Mérida, hermosa como personaje y como ser) solitaria, decidida, femenina, que puede atravesar el cuento sin la necesidad de una figura masculina que la apuntale; la habitual bruja no es aquí más que ese personaje que ayuda a cumplir los deseos pero no es quien los genera (en la decisión estética más fuerte del film no hay villanos, sino seres condenados por sus motivaciones y deseos, incluso aquellos que aparentan jugar el rol del malvado de turno están malditos por esta circunstancia); si bien todo se enmarca en un bello paisajismo celta que motiva para la aventura de acción, el film nunca estalla en ese sentido y demuestra que la verdadera batalla es la interior, la que jugamos contra nuestras propias ambiciones y pretensiones. Valiente es un film de fantasía y aventura introspectiva. Su verdadera magia es hacer de esto, un puro movimiento atractivo, entretenido, incluso divertido cuando se deja llevar por algunas ideas delirantes y se siente menos acotada por el corset del cuento. Obviamente desde lo técnico contamos con un irreprochable diseño, con una melena pelirroja como la de Mérida que es una pura provocación estética: pocas veces un film de Pixar fue tan bello de ver, acaso Ratatouille y su Francia tono pastel.
Entonces ¿qué lugar ocupa Valiente dentro de Pixar? Definitivamente, como se podía prever, Toy Story 3 fue una película terminal, una película que dijo adiós a los chiches con la mayor tristeza del mundo y gritó hola a lo nuevo. Fue un final con renacer intrínseco. Y como todo lo nuevo, cuesta, tiene vaivenes, desvíos, retomes, hasta encontrar el pulso de nuevo. Cars 2 se convierte ahora más claramente en una película sólo justificable por su imponente veta comercial. ¿Y Valiente? Valiente es como la primera película que se hace cargo de la fusión Disney-Pixar, la que mezcla ambos universos y los sacude para ver qué hay allí: Mérida, definitivamente, puede sumarse ya a la Rapunzel de Enredados y a la Tiana de La princesa y el sapo, tres mujeres del nuevo siglo, con nuevos ideales y otra forma de ver el mundo. Valiente, pues, abre en la compañía el universo a las protagonistas femeninas y a un cine más adulto: Pixar ya no se asume como factoría para niños, sino que se sabe multitarget, pero lo hace con inteligencia. Claro está, Valiente también tiene sus problemas, especialmente por querer ser cristalina en su construcción de cuento y de film-moraleja, por lo que sus enseñanzas están muy subrayadas, muy gritadas a viva voz. Si bien como dice la reina Elinor, los cuentos son historias y tienen enseñanzas, esta excesiva autoconciencia limita bastante la modernidad desembozada del relato. En definitiva, Valiente es un film-enseñanza. Y no está mal que así lo sea, si como apuesta final dice que lo mejor es la libertad y buscar un propio destino. ¡Caramba, eso significa Valiente para Pixar! Una búsqueda de destino, una carrera sigilosa hacia la libertad, pero consciente de que siempre es placentero volver a los brazos de mamá, consciente de que ese amor puede ser violento, mal expresado, posesivo, intransigente, demandante. Pero amor, al fin. Pixar, entonces, le dice gracias a Disney (un gracias plagado de filiaciones que se había retrasado bastante, tal vez demasiado, en ser aceptado) y ahora sí, seguramente, emprenda una carrera hacia otro autodescubrimiento. Ahí estaremos, siempre a su lado.