Daybreakers viene de la mano de los hermanos Spierig, un dúo de australianos que había llamado la atención en el 2003 con el filme de zombies Undead. Después de un largo camino, los Spierig lograron llegar a Hollywood y se despacharon con esta reimaginación de los mitos vampíricos que hubiera hecho las delicias de Richard Matheson - el autor de Soy Leyenda -. El resultado final roza lo brillante, generando algo fresco, sólido y fascinante.
No es la primera vez que alguien imagina un mundo poblado por vampiros... pero organizados de manera civilizada. Estuvo aquella idiotez de Ultravioleta, pero no cuenta como antecedente válido. Aquí los Spierig han hecho los deberes y han construído un mundo fascinante. Individuos que viven sólo de noche, toman café con sangre, tienen autos con vidrios polarizados y complejos sistemas de navegación para conducir de día, granjas en donde miles de humanos son mantenidos apenas con vida para ser drenados constantemente de su sangre, y una generación de mutantes que ha aparecido debido al consumo de otros tipos de sangre - incluso la de otros vampiros -, lo que provoca horribles cambios. Como los humanos se están extinguiendo - los de las granjas y aquellos que son cazados -, la raza vampírica se enfrenta a su hora final: si el hambre no los mata, lo harán los mutantes generados por su propia raza - es como si la sangre humana les hiciera conservar su humanidad -.
Mientras pintan semejante universo, Daybreakers es apasionante. En cambio, cuando se trata de la historia en sí, el filme termina por ser un poco más genérico. Es el típico conflicto de intereses creados, con un tipo que descubre la verdad, gente que quiere silenciarlo y las persecuciones propias de este tipo de historias. Hay detalles innovadores propios del universo que los Spierig crearon - como una persecución de autos con ventanillas tapialadas, y los disparos en los vidrios que dejan pasar rayos de luz que van quemando al protagonista -, y a esto se suma una dosis abundante de gore. En particular la escena del testeo de la sangre artificial resulta tan gráfica que termina por dejar a la platea empapada en hemoglobina. Cuando los Spierig deben mostrar la ferocidad de los vampiros, no escatiman en carnicería.
El otro punto flojo es el tema de la cura del vampirismo, que resulta siendo algo caprichoso. Es como si los chupasangre volvieran a ser humanos si toman dosis moderadas de sol, pero no es una explicación que suene muy lógica que digamos. Aún así, uno le termina por perdonar ese Deux Ex Machina al filme ya que hace méritos de sobra con el resto de la historia.
Daybreakers es una reconceptualización fascinante del mito vampírico. Intelectualmente es sci fi sólida; como vehículo de acción es muy entretenido, y el ritmo es intenso y no decae nunca. Y como filme de horror, cumple con lo que promete. Definitivamente creo que es uno de los mejores filmes fantásticos del 2010 que comienza.