Van Gogh ha sido una figura que siempre despertó interés en el cine, de la misma manera que ocupa un lugar clave en el imaginario mundial. Su figura, las leyendas a su alrededor, los detalles de su vida, de su muerte y su obra, siempre han llamado la atención. Cualquier cinéfilo que se precie, cualquier que sepa en serio sobre cine, sabe que es imposible superar la biografía cinematográfica que hizo sobre Van Gogh el realizador Vincente Minnelli en 1956. Sed de vivir (Lust for Life) contaba con un inolvidable Kirk Douglas en el rol de Vincent y con Anthony Quinn como Gauguin, la película era de una belleza y una complejidad que se quedará por siempre como la obra maestra que es. No hay porque preocuparse, eso no impide que haya muchos otros films, algunos buenos, otros no tanto, sobre el célebre pintor. El director Maurice Pialat realizó Van Gogh (1991) y también merece un lugar destacable en las aproximaciones al personaje. Akira Kurosawa eligió a Martin Scorsese para interpretar a Vincent en uno de los episodios de su film Sueños (1990).
En este nuevo acercamiento al personaje recurre a biografías más modernas y –si acaso esto es necesario- plantea datos biográficos muy diferentes a las versiones anteriores. Es emocionante ver una “nueva” biografía de Van Gogh, casi una sorpresa. En cuanto a los elementos estéticos vuelve a quedar clara la desesperación por los cineastas por evocar la obra en cada encuadre, por luchar para que la película sobre Van Gogh se vea en muchos aspectos como un cuadro de Van Gogh. Claro que después del titánico esfuerzo del film de animación Loving Vincent (2017) y de los cineastas mencionados, es mejor ir a buscar por otro lado, porque lo estético difícilmente pueda ser igualado.
Julian Schnabel, director especializado en biografías, busca darle una impronta propia al film, pero en este aspecto hay que decir que el resultado dista de ser perfecto. Un exceso de cámara en mano, los destellos en el lente, todas cosas que subrayan la presencia de un equipo de rodaje y un camarógrafo, le quitan a la película potencia, la vuelven inútilmente forzada hacia la modernidad que en muchos otros aspectos no tiene. Las subjetivas, las miradas a cámara, todo eso empantana a la historia, distrae del drama. La que rescata a At Eternity´s Gate es la mencionada actualización de la biografía y un elenco sólido de actores. Pero por supuesto, toda la película se deposita sobre ese gigante que es Willem Dafoe, actor de muchísimas grandes actuaciones, un imprescindible que acá consigue llevar a la película al siguiente nivel. Su actuación es más Van Gogh (haya sido así o no en la realidad) que todo lo que se arme alrededor del personaje. Su angustia, su pasión, sus miedos, su energía, todo está en Dafoe y un trabajo enorme, entre los mejores que ha hecho en su carrera.