Nacida en Bélgica, Agnès Varda es considerada una de las más grandes cineastas francesas. De escasa formación cinéfila en su etapa inicial, Varda fue considerada -aún siendo muy joven- algo así como la madre, y luego incluso la abuela, de la Nouvelle Vague.
Su obra de ficción, su obra documental, sus fotografías, sus retratos de Jane Birkin y de Jacques Demy, sus exploraciones sobre la política, el feminismo, los productores y vendedores de alimentos -y no solo de alimentos- es una de las más ricas y sorprendentes de la historia del cine. Este documental autobiográfico en dos partes que se exhiben juntas, estrenado en Berlín en febrero, un mes antes de la muerte de la directora, es un recorrido de lujo por su obra: Varda cuenta, analiza, interpreta, pone en perspectiva, siempre con brillo en los ojos, con el interés que siempre tuvo por mirar el mundo y plasmarlo en su cine, en sus imágenes fijas y en otros formatos en los que trabajó.
Desde su propio título, Varda por Agnès nos indica que estamos ante un acercamiento personal, casi íntimo. Pero para Varda calidez no significa sentimentalismo ni blandura, y en su último trabajo sigue apostando a la lucidez, a estructuras osadas pero claras y comunicativas y también a momentos de notable creatividad expositiva, como el segmento acerca de Sin techo ni ley.